lunes, 28 de agosto de 2006

VIVIR SU VIDA



Ella vendió su cuerpo pero nunca su alma. Pese a su juventud poseía una madurez especial, otorgada por la experiencia de la vida. Ella pensaba que el lenguaje representa una trampa, que cuanto más se habla menos quieren decir las palabras. Ella fue al cine a ver “La pasión de Juana de Arco” y terminó, emocionada, con lágrimas en los ojos al terminar la película. Su nombre es Nana, personaje principal de “Vivir su vida”, dirigida por Jean-Luc Godard y otra vez en cartelera, cuarenta y cuatro años después de su estreno, en 1962. Sin embargo esta película no ha envejecido y sospecho que nunca lo hará, porque los clásicos no envejecen.

Está dividida en doce partes en las que se narra cómo Nana vive su vida, cómo se queda sin casa y sin dinero, cómo, ante la necesidad, tiene que dedicarse a la prostitución, aunque ella realmente quiere ser actriz y cómo, a pesar de su deshonroso oficio, ella sigue soñando la vida y buscando respuestas a todos sus misterios. “¿No debería ser el amor lo único verdadero?” pregunta la joven a un filósofo (interpretado por Brice Parain) con el que casualmente coincide en una cafetería. “Sí, pero sería necesario que el amor fuese siempre verdadero”. Contesta el filósofo, casi respondiendo lo mismo que ella ha preguntado, casi, a pesar de su saber y longevidad, sin conocer la respuesta. Buscando la esencialidad de lo inconcreto.

En ciertos momentos tenemos la sensación de que es el destino el que elige por nosotros y en otras ocasiones somos nosotros, quienes sujetos a nuestra libertad, nos vemos obligados a elegir nuestro destino, acaso de una manera angustiosa. La libertad, el miedo a ella, es también en cierto sentido nuestra cárcel, pues toda elección nos condena. En las películas de Godard, salpicadas del más puro existencialismo sartreano, esta idea queda sugerida a menudo. Nana elige ser prostituta y al final esta es su condena. El azar, lo fortuito, es otro elemento esencial en el cine de Godard. La muerte de Nana así lo corrobora, al recibir un disparo que no iba dirigido a ella. “Nana se queda sola, yaciendo en el asfalto”, se glosa en el guión, en la acotación final. Las cosas suceden, sin más, sin otra explicación. Sin ningún sentido.

La bellísima Anna Karina interpreta este papel. La película es, en sí misma, un cuidado y magistral retrato de este personaje. Numerosos planos de Nana y, mientras, la lectura de un texto de Poe, realizada por el mismo Godard, en los minutos finales, revela la propia intencionalidad de la película como obra de arte: “Vi así, vívidamente un cuadro incompletamente inadvertido antes. Era el retrato de una joven muchacha que empezaba a madurar como mujer. […] Había encontrado el hechizo del cuadro en una absoluta ‘apariencia de vida’ de expresión.” Y así, cuando el espectador observa a Nana la encuentra totalmente vivificada y llena de verdad expresiva. Godard ha trazado con su cámara una obra de arte. La cámara está ahí, moviéndose, mirando, captando lo más sugerente e impenetrable. Y el espectador se siente libre porque observa justamente lo que desea observar, la cámara es su propio ojo, se dirige hacia donde debe dirigirse, casi espontáneamente. El propio Godard lo dijo: “La película fue hecha por una especie de segunda presencia”.

Viendo esta obra uno tiene la sensación de que el cine de aquel tiempo era un milagro. La magia estética del blanco y negro nos trasporta a ese mundo irreal, que es el cine, en el cual soñamos, fascinados, con la visión de escenas cargadas de belleza y significaciones. “Vivir su vida” así lo demuestra. Tanto su tema como su forma configuran un todo perfectamente articulado. La película empieza con una cita de Montaigne: “Hay que prestarse a los demás y darse a sí mismo”. Y eso es lo que hace Nana, ser ella misma, vivir su vida, a pesar de vender su cuerpo, de prestarlo, para sobrevivir. Y como Juana de Arco su liberación fue la muerte. Pero Nana no comprende cuál es su condena. “¿Y de qué soy culpable?”, le pregunta a Raoul. “Debes aceptar a todo el mundo, siempre y cuando paguen”, le responde. “No, no a todo el mundo. ¡A veces es repugnante!”, exclama ella. Y él concluye: “¿Ves de qué eres culpable?”. En la prostitución no hay libertad. Ella es culpable de no querer aceptar ciertas cosas, pero la profesión que ha elegido le obliga a ello. Ha elegido vivir su vida pero ya no es dueña de su cuerpo, sólo de su alma.

Jean-Luc Godard ha realizado en “Vivir su vida” un retrato excepcional de este personaje. El rostro de Anna Karina, que llena y desborda la pantalla, parece tener vida propia como en el relato de Poe. Merece la pena volver la mirada a esta película, porque supone rescatar una intiligente y original obra, la cual ocupa un lugar destacado en la ya dilatada y memorable Historia del Cine. El espectador saldrá de la sala totalmente en armonía con el cine y consigo mismo, con su vida. Godard explica mejor que nadie lo que he tratado de plantear: “’Vivir su vida’ ha sido el equilibrio que hace que de pronto uno se sienta bien en la vida, durante un día o una semana”. Por eso no nos puede extrañar que casi medio siglo después de su estreno vuelva a estar en cartelera una obra así. Y no podemos dejar pasar la oportunidad de ver, en la gran pantalla, esta suma de arte y vida, de sensibilidad visual y creación inteligente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bella reflexión acerca de tan magnífica película. Nana desde luego vivió su vida, sobre eso no cabe duda. En su lucha por encontrar su "modo da fare" siempre fue coherente consigo misma. No dejó de buscar el sentido a su existencia, aunque eso no le garantizase mantenerla, ni renunció a "su propia vida" a pesar de las dificultades. Tan sólo la fuerza del personaje interpretado brillantemente por Anna Karina y la mirada magistral de Godard fueron necesarios para el nacimiento de esta genial película, que, eterno clásico, como dice José Manuel, tan necesario se hace en nuestros días. ¡Y siempre! Vi "Vivre sa vie" hará unas semanas, una tarde como otra, después de un día de trabajo probablemente. Los ochenta minutos que duró el filme fueron totalmente catárquicos para mí. Y así de fácil se podría definir el buen cine o el arte en general. Nana fue mi tragedia griega particular: solas yo y su figura recorriendo con estilo las calles de París. Al salir del cine me sentía más libre, como si hubiera experimentado una huida. Sin embargo, lo que yo creo es que tuve un "encuentro" con el cine, con Godard, con Nana y me encontré más a mí misma. No habría podido ni soñar antes con un ejemplo mejor que el rostro de Karina para inspirarme aquella tarde y hacerme sentir viva.

Anónimo dijo...

muy interesante lo de que decís.

Unknown dijo...

“Ella vendió su cuerpo pero nunca su alma”. Tremendo film, aunque estoy segura que para la época en la cual estuvo esta cinta causó bastante polémica sobre todo porque deja entrever el tema del negocio del sexo y una parte de la mujer a la cual la sociedad no estaba acostumbrada. Buen film, vale mucho la pena.

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