lunes, 1 de abril de 2013

Atmosférica (Alo)



El próximo día 1 de abril y hasta el 30 del mismo mes, Alejandro González López (Alo) expondrá en el Bar Raíces de Albacete (Calle Cristóbal Colón, 7) una serie de pinturas realizadas en carboncillo sobre papel algodón, titulada “Atmosférica”. Alejandro González vive y trabaja en Albacete, fotógrafo y pintor de formación autodidacta, nacido en esta misma ciudad el año 1979. En esta exposición encontramos un tema central: la naturaleza y el paisaje, tema que ocupa parte fundamental de su obra. Con esta muestra Alo nos ofrece su último trabajo, el cual estamos invitados a visitar en este mes de abril. A continuación les dejo mi impresión personal sobre estas pinturas y les animo a visitar la exposición estos días; visita que, sin duda, les será provechosa y llena de interés.

Contemplemos la desnudez sin ornamento, la visión clara que trasciende los contrastes, jugando con ellos, unificando una mirada conjuntiva y reproductiva de belleza: la belleza asombrada de la luz de los instantes, del paisaje revelador de una atemporal sincronía con la naturaleza y con el sueño, con la tierra y con el espíritu, con la piedra y con el poder que la encarna, poder que otorga alma y presencia, vida en la inercia, quietud en lo más hondo del latido de lo vivo.

Los paisajes de Alo, embebidos de una atmósfera ingrávida y envolvente, aluden a una conciencia sutilmente matizada, expresada en su esencia más primitiva, dejando al espectador la oportunidad de completarla para añadir la verdad propia a lo insinuado, para explorar y configurar por sí mismo un escenario interior que emergerá de la mágica transmutación de los polos opuestos, del yin y del yang, del blanco y del negro, dejándonos formas tan abiertas como el Tao, tan inexpresables como claras y visibles en lo profundo de nosotros.

En la contemplación sin artificios el alma se muestra original, siempre sin concluir, continuamente naciendo en la inocencia de una honesta virginidad de trazos, visiones y símbolos eternos. Se siente la forma antes de la forma, se huele la tierra en su traslúcido aroma de éter, húmedo y eclipsado; y se saborea, se toca, ante todo, un silencio, un sentido de no temporalidad, una hermandad con los elementos nacida de un abrazo íntimo y esencial con la naturaleza y con su misterio.

La montaña y la roca, la nube, la nieve y la niebla, el horizonte y su atmósfera de vapor y luz, el abismo del agua, la oscura huella de lo desconocido, el movimiento del aire trayendo certezas de lúcidas visiones arraigadas en la cima de piedra, en el cénit de los cielos, en la palpitación y en los torbellinos del alma, comunicada y en comunión con los elementos de la materia y con su impulso sagrado, el éter. Éter hecho arte, armonía estremecida, belleza incontenible, organismo ascendido y espiritualizado, vivificado, como raíces brotando, como llamaradas callando, como brumas amándose y consumando destellos sagrados.

La naturaleza vibra, como un mantra, concibiendo un paisaje, un eco, una imagen que resuena en nosotros -reflejos de esa misma naturaleza- atravesando la conciencia de los elementos, las capas gaseosas de los cielos, las mareas de oxígeno y de hidrógeno, desde el aire atmosférico, desde el helio de las estrellas, para ver que todo está aquí, que la fuerza y misterio del universo desemboca en una montaña desde la cual podemos escalar al Big Bang, pues la cumbre de la Tierra es la cumbre del espíritu, la intuición y la realización del vuelo, más allá de la materia, hacia los inexplorados confines del éter. Contemplemos pues, la desnudez sin ornamento, la mirada fiel de unos paisajes que nos contienen y nos desalojan de toda superficialidad, alojándonos así en la consumación de una materia espiritual tan íntima como sublime y misteriosa.

Diario La Verdad, 31-03-2013

Enlace a la web de Alo: http://www.mundoalo.com/

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