martes, 20 de junio de 2017

Cambio climático



El ser humano se halla en un momento crucial de su historia donde tomar conciencia o no de sí mismo y del mundo en el que vive marcará el futuro de su supervivencia en este planeta. Tomar conciencia más allá de ser un mero productor y consumidor, esto es, un mero explotador del medio en el que vive. Y parece que Donald Trump, como no podría ser de otro modo, quiere perpetuar ese comportamiento depredador del ser humano, al salirse del Acuerdo de París por el cambio climático, y como el Saturno de Goya, continuar devorando a sus propios hijos. El optimismo no tiene cabida conforme el tiempo sentencia y aventura una realidad global muy sombría. Un mundo cada vez más fuera de su centro, perdido en el progreso científico pero fuera del progreso humanista, existencial o metafísico. Esto no se contempla en este mundo salvo en amplias minorías que no son más que eso, minorías, aunque sin duda, más felices y asentadas en un sentido de vida. Pues no es la felicidad otra cosa que el encuentro con un sentido existencial que otorgue verdadera plenitud y con ello paz, con uno mismo y con el mundo. Y eso no se compra, no lo otorga un coche nuevo, un tratamiento estético, un ascenso en el trabajo o que gane la liga nuestro equipo favorito. La felicidad reside, esperando a germinar, mucho más dentro de nosotros mismos. Germinará o no, depende de cada uno. Y como este planeta, puede que la inercia lleve las cosas a un punto de no retorno. No porque vaya a desaparecer el planeta, eso es bastante más difícil, sino el ser humano, el ser humano consciente, y valga la redundancia, el ser humano con sentimiento de humanidad. Pues éste, se extingue.

La Tribuna de Albacete, 14-06-2017

jueves, 23 de febrero de 2017

El sentido de la izquierda

Mientras que Pedro Sánchez lucha por volver al mando del PSOE, abogando por una alianza con Podemos y por el concepto de estado plurinacional, el expresidente Felipe González pide la liberación de un ultraderechista como Leopoldo López, quien fue condenado por estar implicado en la muerte de varias personas por invitar a la violencia extrema en manifestaciones contra el gobierno bolivariano. Un expresidente, Felipe González, que, como lo ha apodado Pablo Iglesias, es el mayordomo del magnate capitalista Carlos Slim. También pedía Donald Trump, más bien exigía, la liberación de López, claro está que es normal que un ultraderechista pida la liberación de otro. Tanto la izquierda como la derecha sufren sus radicalismos y sus incongruencias, víctimas de la soberbia o la mera avaricia. No hay duda de que la política es cuestión de poder y servilismo, poder para dominar al pueblo y servilismo a los poderosos, que son quienes determinan el guión de la política. A este esquema hay contadas excepciones, afanes idealistas, verdaderos héroes del  pueblo que viven para liberarlo. Pero, ¿realmente el pueblo quiere ser liberado? ¿O el miedo le impide apreciar la soga que sobre su cuello se va ajustando? El Che murió en Bolivia tratando de liberar a un pueblo que prefería seguir las órdenes de sus patrones. No quisieron la revolución, sino seguir siendo esclavos. Ante el miedo se aferraron a la seguridad de la miseria impuesta. Y hoy nos preguntamos cuál es el sentido de la izquierda. Una izquierda para el pueblo pero, ¿sin el pueblo? Es decir, ¿hay un pueblo realmente deseoso de liberarse? O no sabe de qué. Acaso, ¿no hay necesidad para ello? ¿O sí? 

La Tribuna de Albacete, 23-02-2017

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