domingo, 25 de marzo de 2007

La metafísica y los suburbios


“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de maneras diferentes; ahora lo que importa es transformarlo”, escribió Karl Marx en tiempos de grandes desigualdades sociales. El mundo, evidentemente, se transformó, pero “interpretando” a su modo el cambio: limitándolo a la mediocridad humana. El poder de la palabra lleva consigo el poder de la acción: el movernos hacia ella. Pero, ¿cómo armonizar acción y conciencia, poder y bien?, ¿cómo lograr que todos los principios de la acción humana estén supeditados a una virtud ética: a una especie de imperativo categórico o “perfecto” actuar?

¿Perfecto? Disculpen, estábamos hablando del ser humano.

Les contaré una historia. En un lugar de la antigua Unión Soviética una adolescente sueña con irse a América a vivir para dejar la pobreza y miseria de su tierra, donde apenas puede sobrevivir. Su mejor amigo, un niño, se plantea suicidarse para perderse de la triste realidad y también, por el mismo motivo, se droga con pegamento. Estas son algunas líneas argumentales de “Lilja 4-ever”, una película de Lukas Moodysson del año 2002. Son ciento nueve intensos minutos, llenos de esperanza y desesperanza y de un realismo crudo propiciado por los resquicios de un sistema comunista que fracasó.

La joven Lilja, de 16 años, se ve obligada a prostituirse para poder sobrevivir en su país. Después viaja a Suecia creyendo que allí le espera una vida mejor, así se lo promete su presunto novio: pero éste no es más que un impostor. Todo resulta una farsa y Lilja se ve convertida, en Suecia, otra vez en prostituta, pero esta vez como esclava de una mafia. No les contaré el final: tan sólo decirles que no termina bien. ¿De qué otra manera podría terminar?

Posiblemente este tipo de historias sucedan todos los días. Siempre que exista pobreza y miseria estas cosas ocurrirán porque “el hombre es un lobo para el hombre” y siempre los más fuertes se comen a los más débiles.

En el caso de la prostitución la mujer, y también el hombre, queda convertida en mercancía, en objeto de consumo, en un servicio más para el consumidor. Cuando la prostitución es ilegal siempre pierden los débiles ya que sus derechos quedan vulnerados y no tienen posibilidad de reclamar su dignidad. Pero cuando la prostitución es legal, como en Holanda, ¿entonces, qué? Sin duda esta pregunta conlleva un delicado cuestionamiento.

La prostitución ha existido siempre, ya en la sepulta Pompeya se pueden observar las pinturas de prostitutas en los lupanares. El negocio del cuerpo como objeto de placer siempre ha sido y será rentable. Y en una sociedad enferma este negocio no es más que un reflejo de la enfermedad del hombre mismo, de su conciencia y moral pervertidas.

Pobreza y riqueza, cultura e incultura. Dos cuestiones importantes.

El mundo cierra los ojos a la explotación de sus semejantes. La justicia y la policía actúan por inercia: pero todos sabemos que mucho más se podría y debería hacerse para terminar, de una vez por todas, con los grandes sometimientos humanos que acontecen todavía en el siglo XXI.

Pensar soluciones a este tipo de injusticias tal vez pueda convertirnos en ilusos, en benditos idiotas que no comprenden, aún, cómo funciona el mundo. Pero merece la pena ser un bendito idiota. Aunque es necesario algo más que eso para cambiar las cosas. Es necesario actuar. Quitar la razón a este sistema que parece habernos condenado al silencio por un puñado de euros que va a parar a los centros comerciales. Al consumo. A la demencia del “tener” por encima del “ser”. El “ser” mediocre es aquel que reconoce al dinero como su cualidad metafísica más importante. ¿Qué es el hombre sin dinero, entonces? Sencillamente, no es.



lunes, 19 de marzo de 2007

Baudrillard o la metarrealidad



Habermas sitúa a Nietzsche como la plataforma giratoria de la posmodernidad, algo que cambia de raíz la argumentación del discurso moderno. El discurso moderno se rige por su pesimismo, que recoge la tradición nietzcheana e interioriza los problemas planteados allí. Se preguntará Ciorán: “¿Y cómo creer que la historia ‑procesión de desatinos‑ podrá durar aún mucho tiempo?” Esto tipo de preguntas, bañadas de trágico tremendismo desvelan esa voluntad, que como predicaba Nietzsche, era voluntad incluso de querer la nada, pues antes prefiere la voluntad “querer la nada” que “no querer”. (Genealogía de la moral).
De este modo la moral cobra una forma de voluntad nueva. Una voluntad activa contra sí misma. Comprender la posmodernidad es situarse en un plano de irrealidad desde el que interpretar los impulsos de la voluntad. En estos términos será como habremos de introducirnos en la situación. El filósofo José Antonio Marina, en su artículo “Ha muerto un seductor” (El Mundo, 7-03-2007) nos ofrece algunas de las claves del pensamiento de Baudrillard y aprovecha, desde mi punto de vista con acierto, para criticarlas. Señala Marina que Braudillard ha efectuado un análisis de la sociedad actual con el que se quedó asustado al desvelar que todo era una orgía donde todo, por tanto, está liberado. Baudrillard se preguntará “¿Qué hacer después de la orgía?”. Pero su afirmar sin afirmar las cosas significó un pensamiento débil que funcionaría como antídoto contra el pensamiento violento de las ideologías y las dictaduras. Esta filosofía equívoca, basada en el simulacro, pues la realidad es asumida como simulacro, en la cual el discurso es lo importante, y todo queda puesto de manifiesto que el medio, la información, es como la caverna que nos impide llegar a la realidad, puesto que la realidad en que vivimos es una construcción. La metáfora clásica ha sido la televisión, pero en mi opinión, para comprender el siglo XXI, habrá de ser Internet. Y, en fin, todo objeto que represente la (una) realidad.
Por eso Marina, frente al discurso pesimista, basado en el simulacro y en la metarrealidad, de Baudrillard, contrapone uno más optimista, en el que la realidad no es discurso sino acción: voluntad de poder real.
Pero como dirá Ciorán: “La irrealidad es un excedente ontológico de la realidad” y posiblemente todos los discursos posmodernos sean deudores de ese excedente. Dirá Heidegger, interpretando a Nietzsche, que “como esencia de la voluntad, la esencia de la voluntad de poder es el rasgo fundamental de todo lo efectivamente real.” Esta idea nos lleva al ser y a la negación como afirmación del mismo, esto es, al nihilismo. Continúa Heidegger: “Así pues, el nihilismo sería en su esencia una historia que tiene lugar con el ser mismo. Entonces residiría en la esencia del ser mismo el hecho de que éste permaneciera impensado porque lo propio del ser es sustraerse. El ser mismo se sustrae en su verdad. Se oculta en ella y se cobija en ese refugio”. Así, nos es inevitable pensar no a partir el ser sino a partir el trasunto del ser. Vivir en la apariencia tal vez sea el destino del ser en su construcción ideal de realidad.
Posiblemente fuese adecuado revisar “La lógica formal y lógica trascendental” de Husserl para hallar las evidencias de la experiencia. Ahí vemos que la evidencia es una creencia absoluta de carácter psíquico que como verdad es una idea que se sitúa en la experiencia, la cual es infinita. Descubrir las leyes esenciales, como intentó Descartes, nos conducen a la búsqueda de la evidencia absoluta de la existencia de Dios (Descartes) o de la muerte de Dios (Nietzsche).
El horizonte crítico está lejos de la realidad. La crítica es revisión, metadiscurso, simulacro. La acción pertenece al hombre y su voluntad de acción está detenida por pertenecer a una realidad falsa, que no devuelve evidencias sino metarrelatos fabricados. Hemos de volver a Marx para verificar que los medios de producción lo abarcan todo, incluso al propio consumidor, que se convierte en el objeto o sujeto de esa metafísica manufacturada. La metarrealidad, es por tanto, el fin del discurso sobre el que se asienta la posmodernidad. El sujeto, convertido en el objeto de la observación, es la metáfora de sí mismo y en su voluntad de no querer se reafirma.

jueves, 15 de marzo de 2007

Escritura ontológica

El acto trascendente viene marcado por el hecho de escritura. No puede decirse que todo hecho de escritura se realice en una especie de nirvana, sino que todo escribir sitúa al ser más allá de sí, en un relato al que darle forma al ser: es, de hecho, una actitud metafísica. La calidad de la obra, del texto, podría medirse, en base a este criterio, según la virtud metafísica mostrada. La experiencia de la lectura es la que aporta los criterios y valora la trascendencia de la obra.

martes, 13 de marzo de 2007

Blogs y poesía



El poeta tiene un espacio para mostrarse. Es un medio de carácter hipertextual que, de alguna manera, actualiza las formas, en este caso, poéticas, de comunicación. El poeta plasma, desde cierta distancia trascendente, su experiencia cotidiana y sus delirios grandilocuentes.

viernes, 9 de marzo de 2007

Ética y moral


¿Quién dijo que matar estaba mal? Actualmente casi todos lo sabemos, la moral y la justicia nos lo recuerdan. La conciencia colectiva se hace cargo de unas normas para sobrevivir en su grupo, que llamaremos sociedad. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? Es una buena pregunta.

Una de las obligaciones éticas más importantes es “no matarás”. Obligación ética en tanto que pasa al entendimiento del individuo y obligación moral en tanto que el individuo la acepta con el fin de preservar la convivencia con sus semejantes humanos. Por eso, otra de las obligaciones éticas más importantes es “ser feliz”. Algo que la moral no se atreve a aceptar pues ha de preservar cierta libertad al individuo.

Las normas morales, que repercuten en el sujeto ético, han sido recogidas en leyes, mandamientos, salmos, etc. Todo eso forma parte de la civilización, recordando a Max Weber, mientras que la cultura recoge las aproximaciones éticas, o búsquedas de unos fines del individuo desde “sí”, desde su entidad abstracta y cultural. La cultura es el arte. Es el pensamiento.

La ética es carácter, voluntad de ser, la moral es costumbre, voluntad aprendida. Pero ambas palabras están muy cercanas, recogen un mismo problema que gira en torno al Tú y al Yo, pues la individualidad no puede completarse sin el Tú, así como la Comunidad no puede reafirmarse sin sus Individuos.

La tendencia hacia el mal deviene de la voluntad libre del individuo que traspasa las fronteras de lo moral. El libre albedrío opera en la conciencia y en los instintos del hombre. La cultura tiende a acentuar el carácter de la conciencia por encima del de los instintos. Dirá Dostoievski que la mayor enfermedad es la de la conciencia.

“Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios”. Dijo el Zaratustra de Nietzsche. Nuestra civilización ha dejado ejemplos históricos que ilustran esta afirmación. Todavía hoy el problema es un hecho, aunque la palabra “dios” podría sustituirse por cualquier cosa. También dijo Zaratustra: “Debéis tener solo enemigos que haya que odiar. Pero no enemigos que haya que despreciar, es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo.” ¿Es, acaso, esta máxima un principio ético? Al menos, se plantea como tal, pero la lectura es múltiple. Como ya he señalado la conciencia es la protagonista de su libertad. El individuo fundamenta sus valores éticos en la cultura, por ejemplo en la Filosofía. Su “ethos” tiende al equilibrio, o al menos, requiere de él. Pero la entropía es siempre el comienzo, el desorden, el caos.

Si reflexionamos en torno a la ética y la moral hemos de preguntarnos primeramente quién reflexiona. La conciencia parte de uno mismo (el individuo) y sólo en sí misma se completa.

Terminaré con otras palabras de Zaratustra, para ilustrar mi convicción del problema que planteo: “Pues, hermanos míos: ¡lo mejor debe dominar, lo mejor ‘quiere’ también dominar” Y donde se enseña otra cosa, allí ‘falta’ lo mejor”.

La ética es voluntad, y la moral es la imposición de un querer dominar la ética. La moral se superpone a ella: limitándola y obligándola a exceder los límites de su conciencia.

domingo, 4 de marzo de 2007

La batalla interior

Lo verdaderamente insoportable es pensar que todo es soportable.

Como un rayo, herido de felicidad, prendiste tu futuro.
Como una flor encencida llegaste al ocaso.

Después vino el sueño prolongado que produce el cansancio,
volver a despertar: de nuevo la promesa,
la batalla interior, inacabable, de la esperanza.

jueves, 22 de febrero de 2007

Cansancio del que ya no camina

"Soy las huellas que ya he pisado".

Un resplandor a lo lejos confunde

los pasos derruidos del que una vez fue,

pero ya muere, entretenido, lejano de sí,

en la más pura incertidumbre del silencio

aquel soñador que nunca despertó de la derrota.

martes, 13 de febrero de 2007

Reiki




El Reiki nos enseña a conocer el mundo a través de un canal de energía universal que va limpiando cuerpo y mente, elevándolo a la pureza de sus dimensiones espirituales.


Preceptos:

viernes, 9 de febrero de 2007

La condición pragmática

Se han puesto de moda los libros canónicos, esos que se titulan así: “Las 1001 mejores películas de todos los tiempos” o “Los 1001 mejores libros” o “Los 1001 mejores discos”, etc. Está claro que la cultura se puede catalogar, clasificar por géneros, años, orden alfabético… Pero todo esto viene de mucho antes, desde la historia misma de la Enciclopedia y el afán por catalogar todo el saber. Ahora hay libros que propugnan lo que hay que saber, la cultura que debemos conocer, el vino que estamos obligados a degustar. Las editoriales saben que a los lectores les gusta tener las ideas claras. Junto a cada libro debería venderse un suplemento que aconsejara las mejores páginas que hay que leer, así nos ahorraríamos perder el tiempo en muchas novelas aburridamente largas, o en sinfonías musicales en las que solamente el 2º movimiento merece la pena. Al abrir el libro podríamos encontrarnos con mensajes del tipo: “Lea la página 12 y luego pase a la 50, son las únicas buenas”.

Los que se sienten herederos del Humanismo gustan de difundir tales ideas económicas de la cultura, digo económicas porque sólo incitan al consumo, vendiendo el producto eficazmente empaquetado con todo tipo de atractivos adornos.

A los más jóvenes también les gustarán esos libros, por ejemplo cuando tengan que leerse una novela que les han mandado en el instituto, sólo tendrán que leerse el capítulo correspondiente al libro que reseñe tal obra, el joven se preguntará, y con razón, “¿para qué voy a leerme el libro si existe tanta información sobre él?” La mayoría no recurren al libro, “¿para qué gastarse veinte euros, o lo que cueste, si puedo mirarlo gratis en Internet?”

Otra vez el tema de Internet y su abundancia de información nos abruma porque estamos ante la nueva Enciclopedia del siglo XXI, el sueño ilustrado tiene su referente pragmático en este fenómeno que consiste en trasladar todo el saber al medio virtual. Incluyendo ese saber como la experiencia intelectual, cultural y referencial de la realidad. La televisión mismo, o el cine, se hallan incluidas en este formato, que lo abarca todo, y amenaza con sernos necesario. ¿Podrán las generaciones venideras concebir el mundo sin un ordenador con red al mundo? Está claro que no, ésa es la realidad del siglo XXI, la droga necesaria para soportar la levedad del ser transitorio, del hombre que mira a las estrellas a través de la página oficial de la NASA.

La evolución va dejando sus frutos. Una de las cualidades del ser inteligente es su capacidad para economizar sus esfuerzos. La inteligencia es rabiosamente pragmática. Y con Google todos estamos a salvo. Todo lo que deseamos conocer está en la Wikipedia. Todos los vídeos en Youtube. En definitiva toda la información y, por supuesto, la comunicación: chat, Messenger, juegos online, foros, etc… está en la Red.

La legitimación del saber es una cuestión complicada, aunque la sociedad siempre es la que legitima un tipo de saber y lo superpone a otros que desestima o desconoce. El saber científico también realiza sus fines de acuerdo a unos determinados intereses, usando el saber logrado como instrumento. Pero, a veces, todo saber es legítimo, y ahí radica el problema de esta confusión ilustrada característica del siglo XXI.

Si la sociedad elige sus herramientas para el conocimiento, si la franja humanista se cubre de valoración a posteriori de los hechos del conocimiento, corremos el riesgo de que la evolución sea mínima, e incluso se llegue a la involución.

Como en la Caverna de Platón el relato ha de sernos contado, narrado a través de las sombras del relato, que no es más que un trasunto de las realidad. Pero la realidad siempre se empeña en esconderse, legitimarla es arriesgarse a abandonar la caverna corriendo el peligro de cegarnos ante la verdadera imagen de lo existente. Todo a nuestro alrededor nos informa de algo implícito, donde lo explícito obtiene un carácter hipotético insostenible por la lógica posmoderna.

El saber nos da unas coordenadas exactas de la caverna pero sin indicar el lugar de salida, porque éste sólo se afirma en la persona a través del camino personal, en el que ninguna guía urgente podrá dirigirnos, ya que el saber produce desaliento cuando no se experimenta.

lunes, 5 de febrero de 2007

Siempre

siempre salta la sangre

el dolor

amanecer de batallas

la herida improbable

el amor

siempre mueren las esperanzas

Volver

Dudosa agilidad del desencanto

es tu rutina más precisa.

Evocas marchitos encuentros

y vuelves a descender

de ese sueño transgredido

que ya no soporta el peso

de las derrotas.

Sin otro consuelo que retroceder,

retroceder de nuevo,

a pesar de lo mucho que dejaste atrás.

Cuando incluso se borraron

las huellas

de este camino de ahora.

Infructuoso camino que te agota.



viernes, 2 de febrero de 2007

Diario de la noche


Este lunes se estrenó en Telemadrid el informativo “Diario de la noche”, dirigido y presentado por el escritor Fernando Sánchez Dragó. Todos los que pudimos ver este espacio nos dimos cuenta de que todavía se pueden hacer informativos plurales, objetivos, de rigor y con calidad. El programa comenzó con una entrevista, la primera tras un largo secuestro de 532 días, a la víctima de ETA José Antonio Ortega Lara. Ésta, ni mucho menos, fue tendenciosa, sino que se dirigió más a los aspectos personales de la vida de Ortega Lara, su experiencia en el zulo, su relación con los secuestradores, la soledad o la angustia de pensar que nunca saldría de allí, aunque, también declaró, como es lógico, después del sufrimiento que padeció, la negativa a negociar, bajo ningún concepto, con los terroristas, algo que él mismo le expresó, nada más salir de su prisión oscura, al Ministro de Interior de aquel momento, Jaime Mayor Oreja.

La información, a menudo, se cuenta subjetivamente, según los intereses particulares del medio, ya lo dijo McLuhan, “el medio es el mensaje”, por lo que un informativo de estas características merece una celebración. Está en la línea de Larry King en la CNN. Un informativo dinámico, donde se citan, además de la información pura y dura, la opinión, la reflexión por parte de analistas expertos, el humor inteligente, la cultura, etc. En resumen, un trabajo periodístico impecable. El martes, en el segundo informativo, Sánchez Dragó volvió a sorprendernos a todos, ofreciéndonos una entrevista, nada más y nada menos, que a un Premio Nobel de Literatura, José Saramago, para hablar, fundamentalmente de su último libro, reservando sólo una pregunta política de carácter general acerca de la continua crispación en España arrastrada desde la Guerra Civil, como el mismo Saramago confesó. En definitiva, diversidad de voces, de puntos de vista e ideologías capaces de convivir en el respeto por la libertad de opinión.

La tarea del periodista nunca ha sido fácil, lo hemos podido ver en la magnífica película “Los gritos del silencio” (Roland Joffé, 1984) o en la actual “Buenas noches y buena suerte” (George Clooney, 2005), por poner dos buenos ejemplos cinematográficos. El periodista da cuenta a la opinión pública de la realidad, de lo que pasa en el mundo. El medio televisivo, donde la imagen es la protagonista, influye enormemente en la opinión pública, pongamos otro ejemplo fílmico, “Network: un mundo implacable” (Sydney Lumet, 1976), donde el presentador de un informativo anuncia en directo su premeditado suicidio, y se produce un caos sensacionalista en el público que queda eclipsado ante una nueva forma de hacer televisión. Sin duda, el sensacionalismo es lo que más vende, los “reality shows” están a la orden del día, no merece la pena poner ejemplos, pues todos, desgraciadamente, conocemos, e incluso, a veces, vemos ese tipo de programas por pura morbosidad y condición de “voyeur”. El género humano es así. No hay más remedio que reconocerlo, aunque, no por ello, animarlo.

Por suerte la prensa, la radio, la televisión, y ahora Internet, nos ofrecen la posibilidad de acceder a la información de calidad, aunque sea en contadísimas ocasiones. Y, como vengo expresando, una de ellas se ha materializado en “Diario de la noche”, y su conductor, Fernando Sánchez Dragó, que como Machado, lleva en sus venas gotas de sangre jacobina, además de viajero y escritor, es un excelente periodista, siempre lo fue, no ha sido ahora, pues lo ha hecho casi todo: “corresponsalías para la RAI y la NHK (Japón), programas culturales, columnismo y suplementos literarios, crónicas de viajes o entrevistas”, etc. No hay que olvidar que una estirpe de magníficos periodistas en su familia, incluido su propio padre, le preceden.

Por eso hemos de celebrar un programa así, un informativo que concluye, como ocurrió la noche del martes, con su presentador recitando un soneto de Lope de Vega y donde el deporte, el sensacionalismo barato, las noticias de patio de vecinas han perdido su trono. Como ha escrito Theodor Adorno “opinión es la posición, siempre acotada en cuanto válida, de una consecuencia subjetiva, restringida en su contenido de verdad”. Ninguna información es puramente objetiva, eso es sencillamente imposible, pero la opinión no es sólo hablar por hablar sino que merece un criterio, talla intelectual y, sobre todo, capacidad razonadora de la que Sánchez Dragó siempre nos ha dado un claro ejemplo de ello tanto en su persona como a través de sus invitados, de tendencias y modos de pensamiento simétricamente opuestos pero necesarios en todo ejercicio dialéctico, así hemos visto pasar por sus programas anteriores a Santiago Carrillo, José María Aznar, Gustavo Bueno, Alfonso Guerra, etc. Por fin el espectador se siente respetado porque se le reserva su capacidad de juicio y no se le condiciona hacia ningún terreno ideológico. Por tanto, le deseo toda la suerte a una de las voces más importantes y necesarias del pensamiento español contemporáneo. Seguro que la tendrá.

Compartir esta entrada:

Bookmark and Share

Entradas relacionadas:

Related Posts with Thumbnails