domingo, 7 de junio de 2009

Acción y pensamiento

Es conocido el dicho popular que reclama -sobre todo en el ámbito político- más acciones y menos palabras. La facultad del buen decir no suele estar muy ligada al buen hacer; y muchas veces somos aquietados por la promesa que finalmente nunca se cumple. De ese aquietamiento solemos pasar a la inquietud, a la espera de un asomo de realidad tras las palabras dejadas en el aire.

Pero no solamente son los otros aquellos de los que esperamos el cumplimiento de la acción prometida, sino que nosotros mismos nos procuramos recetas de proyectos de acciones que postergamos ilimitadamente, sabiendo -no obstante- que hacerlas resultaría provechoso. Cabe aquí recordar aquella reflexión del filósofo francés Henri Bergson que decía lo siguiente: “Debemos obrar como hombres de pensamiento; debemos pensar como hombres de acción”.

Acción y pensamiento van unidos, se retroalimentan. Procurar que ambos sean coherentes es una prueba de fidelidad a uno mismo. Muchos de los problemas psicológicos más habituales de nuestra ajetreada sociedad actual es la incapacidad para hilvanar ambos procesos y estimular así esa casuística racional donde la voluntad se dirige firme y sin escarceos. Decir lo que se piensa, pensar (y sentir) lo que se dice, hacer lo que se piensa… son combinaciones necesarias para una adecuada salud mental, sobre todo cuando nuestra conciencia sabe que es bueno llevar a cabo lo que ha pensado que podría hacer.

Bergson supo valorar ejemplarmente ambos procesos del pensar y del hacer: “La especulación es un lujo, mientras que la acción es una necesidad”, afirmó. Parece que, en estos tiempos, sin embargo, los valores se han invertido. No se trataría, empero, de dar prevalencia a alguno de los términos, sino más bien de conciliar, unir, conjugar. Pensamiento y acción son las dos caras de una misma moneda.

El camino de la acción nos incita a buscar, con el pensamiento, la resolución adecuada, para que el resultado de nuestros actos no descarrile a causa de la precipitación irreflexiva. Chesterton nos sugirió lo siguiente: “La idea que no trata de convertirse en palabras es una mala idea. La palabra que no trata de convertirse en acción es, a su vez, una mala palabra”.

El proceso cognitivo nos conduce -con genética elocuencia- a dar un paso más hacia el camino de la concreción material de aquello que empezó divagando en el mundo de lo subjetivo. Todo camino conlleva un punto de partida y un punto de llegada. Aunque no sepamos -en términos metafísicos- ni de dónde venimos ni hacia dónde vamos, tenemos claro que ‘vamos hacia’ y ‘venimos de’. No importa el lugar, lo importante –como dijera Antonio Machado- es el trayecto, la acción que realiza el que camina. Y he ahí nuestra responsabilidad de saber sencillamente si estamos caminando de la forma adecuada y de elegir, si no es así, la acción correcta, buscando aquello que resulta mejor para nosotros y, como resultado, para los demás.

De este modo, el pensamiento encaminado a la acción se convierte en sinónimo de libertad y de progreso. Lo importante, considero, es superar la mera divagación improductiva y así avanzar para no petrificarse en las gélidas aguas de la eterna pasividad.

El progreso, como sabemos, es la “acción de ir hacia adelante” (RAE), el camino por el que avanzamos día a día, como el propio tiempo que avanza sin detenerse. No es el progreso un valor sino la descripción de un acto, un acto, de por sí, neutro, pero con un trasfondo de necesidad vital, tanto para una sociedad como para el individuo. En esa necesidad de avanzar es donde podemos ubicar el concepto de ‘libertad’, requisito previo para que ese avance se realice sin restricción alguna, con la espontaneidad que otorga la virtud, en el sentido taoísta del término; y con la nítida idea, no de un horizonte concreto sino de que allá donde miremos siempre hay un nuevo horizonte por descubrir. David Livingstone, aquel explorador incansable, dijo en una ocasión: “Iré a cualquier parte, siempre que sea hacia adelante”. Un gran pensamiento, sin duda, digno de ser llevado a la práctica.

Artículo publicado en el diario La Verdad de Albacete el domingo 7 de junio de 2009

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