jueves, 10 de mayo de 2007

Salvación de los sentidos

La vida es un sueño
que soñamos no soñar.
Jorge Luis Borges

Se escuchan las montañas, los ojos caminan
El incesante silencio de sus espinas de fuego,
Entre vastos dominios de sombras, idénticos
Al astro de la lejanía, incontrolable y solo.
Perdido, ya sin nombre, buscando la espada,
El metal de la salvación, camino de hierba,
Oquedades inevitables del silencio, amargo
Temblor de lo ciego, última salvación.
Cansa el nombre sin nombre y la necesidad
De otorgarle signo, cansa el silencio, insalvable.
Muere el dolor de no saber quién soy,
Muero yo, así, en el dolor sin nombre.
Muere cada segundo lo que soy,
Lo que no he sido, lo que seré.
Muero de haber sido y muere Yo, así,
En el dolor sin nombre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Muere el dolor de no saber quién soy,
Muero yo, así, en el dolor sin nombre.
Muere cada segundo lo que soy,
Lo que no he sido, lo que seré"

Todos morimos un poco cada día. Me gustó mucho el poema, felicidades XD

Luis Guillermo Franquiz dijo...

Un poema exquisito, sobre todo en el final. Reconozco que jamás quedo decepcionado con la puesta en escena de tu escogida fraseología. Siempre.
Al principio, has logrado que recuerde a Calderón de la Barca: "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

La carne del sueño es húmea e infantil, la carne del soñador es eterna, en la piel del niño poeta no hay muerte, pues todo lo posible es real, y el de irrealizar es su gran actividad

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