viernes, 9 de febrero de 2007

La condición pragmática

Se han puesto de moda los libros canónicos, esos que se titulan así: “Las 1001 mejores películas de todos los tiempos” o “Los 1001 mejores libros” o “Los 1001 mejores discos”, etc. Está claro que la cultura se puede catalogar, clasificar por géneros, años, orden alfabético… Pero todo esto viene de mucho antes, desde la historia misma de la Enciclopedia y el afán por catalogar todo el saber. Ahora hay libros que propugnan lo que hay que saber, la cultura que debemos conocer, el vino que estamos obligados a degustar. Las editoriales saben que a los lectores les gusta tener las ideas claras. Junto a cada libro debería venderse un suplemento que aconsejara las mejores páginas que hay que leer, así nos ahorraríamos perder el tiempo en muchas novelas aburridamente largas, o en sinfonías musicales en las que solamente el 2º movimiento merece la pena. Al abrir el libro podríamos encontrarnos con mensajes del tipo: “Lea la página 12 y luego pase a la 50, son las únicas buenas”.

Los que se sienten herederos del Humanismo gustan de difundir tales ideas económicas de la cultura, digo económicas porque sólo incitan al consumo, vendiendo el producto eficazmente empaquetado con todo tipo de atractivos adornos.

A los más jóvenes también les gustarán esos libros, por ejemplo cuando tengan que leerse una novela que les han mandado en el instituto, sólo tendrán que leerse el capítulo correspondiente al libro que reseñe tal obra, el joven se preguntará, y con razón, “¿para qué voy a leerme el libro si existe tanta información sobre él?” La mayoría no recurren al libro, “¿para qué gastarse veinte euros, o lo que cueste, si puedo mirarlo gratis en Internet?”

Otra vez el tema de Internet y su abundancia de información nos abruma porque estamos ante la nueva Enciclopedia del siglo XXI, el sueño ilustrado tiene su referente pragmático en este fenómeno que consiste en trasladar todo el saber al medio virtual. Incluyendo ese saber como la experiencia intelectual, cultural y referencial de la realidad. La televisión mismo, o el cine, se hallan incluidas en este formato, que lo abarca todo, y amenaza con sernos necesario. ¿Podrán las generaciones venideras concebir el mundo sin un ordenador con red al mundo? Está claro que no, ésa es la realidad del siglo XXI, la droga necesaria para soportar la levedad del ser transitorio, del hombre que mira a las estrellas a través de la página oficial de la NASA.

La evolución va dejando sus frutos. Una de las cualidades del ser inteligente es su capacidad para economizar sus esfuerzos. La inteligencia es rabiosamente pragmática. Y con Google todos estamos a salvo. Todo lo que deseamos conocer está en la Wikipedia. Todos los vídeos en Youtube. En definitiva toda la información y, por supuesto, la comunicación: chat, Messenger, juegos online, foros, etc… está en la Red.

La legitimación del saber es una cuestión complicada, aunque la sociedad siempre es la que legitima un tipo de saber y lo superpone a otros que desestima o desconoce. El saber científico también realiza sus fines de acuerdo a unos determinados intereses, usando el saber logrado como instrumento. Pero, a veces, todo saber es legítimo, y ahí radica el problema de esta confusión ilustrada característica del siglo XXI.

Si la sociedad elige sus herramientas para el conocimiento, si la franja humanista se cubre de valoración a posteriori de los hechos del conocimiento, corremos el riesgo de que la evolución sea mínima, e incluso se llegue a la involución.

Como en la Caverna de Platón el relato ha de sernos contado, narrado a través de las sombras del relato, que no es más que un trasunto de las realidad. Pero la realidad siempre se empeña en esconderse, legitimarla es arriesgarse a abandonar la caverna corriendo el peligro de cegarnos ante la verdadera imagen de lo existente. Todo a nuestro alrededor nos informa de algo implícito, donde lo explícito obtiene un carácter hipotético insostenible por la lógica posmoderna.

El saber nos da unas coordenadas exactas de la caverna pero sin indicar el lugar de salida, porque éste sólo se afirma en la persona a través del camino personal, en el que ninguna guía urgente podrá dirigirnos, ya que el saber produce desaliento cuando no se experimenta.

2 comentarios:

Luis Guillermo Franquiz dijo...

Hola José Manuel. Como siempre, es un placer leer tus disertaciones. Significa adentrarse en una senda inexplorada que ofrece mucho al conocimiento. No obstante, tu post ha hecho que recuerde insistentemente la imposición de islas humanas todo a nuestro alrededor. Es como si cada día nos tornásemos más virtuales y menos reales. ¿Dónde queda la sonrisa?, ¿la caricia?, ¿la mirada atenta del uno al otro? La poesía del contacto humano.
No sé qué podrían pensar las generaciones futuras sobre la forma en que ahora vivimos. ¿Podríamos, en realidad, prescindir del enorme caudal de información que se nos ofrece a nivel tecnológico? No lo sé...

José Manuel Martínez Sánchez dijo...

Muchas gracias por tu benévola crítica :)

Son muchas preguntas y reflexiones las que este tema aportan. Pero la mayoría de las preguntas que podemos hacer son retóricas. ¿Quién sabe lo que seríamos si no fuéramos lo que somos?

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