miércoles, 27 de abril de 2016

Pedagogía de la vida

En esta temporada de pausa política en España, de acuerdos imposibles y de posibles nuevas elecciones, muchos pueden preguntarse qué sería lo mejor, lo más acertado en cuanto a opciones de gobierno pueda depararnos el tiempo venidero. Y a estas cuestiones subsiste -a mi entender- otra aún de mayor importancia y es saber cuál es el rumbo adecuado que ha de seguir una sociedad. No debemos mirar sólo los efectos si no examinamos antes las causas. Y una de ellas, probablemente las más importante, es la educación. Pero la educación no se mejora únicamente adecuando los medios, invirtiendo en nuevas y mejores escuelas, o subiendo el salario a los profesores. Hay un problema de fondo, que afecta tanto a la educación reglada como a la educación familiar, a los valores intrínsecos de cada sociedad y hacia dónde quiere ayudar a encaminar el futuro de los educandos. Absorbidos por el consumo, el fútbol, la televisión, las nuevas tecnologías, esto es, el panem et circenses de cada día, es cada vez más difícil cuidar las raíces de las que dependerá el crecimiento de las generaciones venideras. La educación no depende de lo que seamos capaces de dar, en cuanto a conocimientos o normas y deberes, sino que nos exige ser ejemplo nítido y vivo de lo que deseamos transmitir. Educar exige educarse a sí mismo cada día. Si no, los padres o los educadores serían meros sofistas. Y los valores en que nos movemos no se encuentran fosilizados en libros o en templos, sino que se descubren en el quehacer cotidiano y consciente, en el compromiso de vivir de acuerdo a unas creencias que no distorsionen lo que sentimos que somos. 

La Tribuna de Albacete, 27-4-2016

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