miércoles, 27 de agosto de 2014

Retórica y política


La política, como la guerra, ya nos lo anunciaron Maquiavelo o Sun Tzu en "El arte de la guerra", cada uno a su estilo, es una cuestión de estrategia y audacia, aplicable a cualquier situación donde el poder y el dominio del otro se convierten en el objetivo del juego. En el mundo capitalista en que vivimos, casi todo se basa en estrategias de control y manipulación encubiertas, y a veces no tan encubiertas. Toda la retórica de Quintiliano o de Aristóteles se ha usado como un arte de dominio y persuasión muy eficaz. Saber vender un producto o una idea es, sin duda, una cualidad que engrandece el producto, pero cuando este producto carece de las cualidades o de las ventajas que se nos ofrecieron, se le puede llamar engaño. Sin embargo hay una fórmula esencial y necesaria para no ir deambulando en busca de paraísos y encontrarnos con espejismos o quimeras, y esto es el criterio, también el sentido común. En la política la cuestión es más grave, pues lo que nos intentan vender se corresponde con los cimientos de la vida: trabajo, salud, educación, libertad... Pactos, debates independentistas, fraudes, recortes, luchas internas; poco tiene que ver con un compromiso sincero con el ciudadano. La retórica, la palabra convincente, puede ser en ocasiones arma de quienes no llevan nada consigo, pero no es necesario adornar tanto lo que por sí mismo ya luce. Y así estamos, esperando hechos, hechos que produzcan cambios, cambios que de verdad supongan algo sustancial que nos libere de la manipulación continua. Pero es el individuo, la sociedad en su conjunto, la que ha de proclamar lo que quiere; pues, no lo olvidemos nunca -sería la peor amnesia que nos habrían conseguido vender- y es que el poder es siempre del pueblo. 

La Tribuna de Albacete, 27-8-2014

miércoles, 20 de agosto de 2014

Vacaciones


En estos días de agosto, todavía son muchos los que inician sus escapadas vacacionales y también los que ya han regresado de las mismas. Todo regreso representa siempre esa vuelta a Ítaca, a nuestro hogar. Un regreso que, de algún modo, siempre nos transforma. Pero a veces puede resultar complicado apartar de nuestras vidas el ritmo vertiginoso que el día a día nos impone, e incluso saber parar cuando las circunstancias nos ofrecen ese tiempo de pausa. Cuando conseguimos que el ocio y el descanso nos envuelvan, entramos en una especie de felicidad temporal que llega a suponer, cuando regresamos a casa, un duro golpe o trauma al encontrarnos de nuevo la realidad que dejamos cuando nos fuimos. Recuerdo ahora fragmentos del poema Ítaca de Cavafis: Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. [...] Que muchas sean las mañanas de verano / en que llegues -¡con qué placer y alegría!- / a puertos nunca vistos antes. Anhelamos encontrarnos con nosotros mismos, con lugares que nos recuerden que estamos vivos y que es todavía posible soñar nuevas y largas travesías. Pero tal vez sea desmesurada tanta espera y abnegación para tan poco tiempo de libertad. Haciendo de la espera un desespero y del momento presente un deseo futuro de nosotros mismos. Por eso, invitaría a sentir que ese viaje a Ítaca sea verdaderamente largo, que no se apague con el regreso de las vacaciones, que perdure interiormente y se integre en nuestras vidas esa felicidad que merece ser vivida a cada momento. De no ser así, la ciudad nos seguirá allá donde vayamos, ese mundo a cuestas que arrastramos, olvidando que nuevos mares e islas esperan a ser transitados cada día. 


La Tribuna de Albacete, 20-08-2014

miércoles, 6 de agosto de 2014

El conflicto árabe-israelí


Pasados ya sesenta y cinco años desde la fundación del estado de Israel y del primer conflicto con Palestina, nada más establecidos los judíos en lo que consideraban su “tierra prometida” (ya 750.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de su hogar), no han cesado los macabros conflictos por la lucha de ese territorio. El principal argumento de Israel es bíblico: Dios prometió a Abraham esa tierra a los judíos. Tras la Segunda Guerra Mundial surgió la necesidad de crear un estado artificial para asentar a un pueblo masacrado y desolado por los nazis. Pero todas estas razones y este largo recorrido de guerra y paz no deja de marcar un capítulo de la historia que parece irreconciliable y que pone de manifiesto la dificultad de dos pueblos para aproximarse y saber buscar acuerdos de forma pacífica. Sin duda, el trasfondo es religioso, por este motivo la negociación más difícil siempre ha sido y será Jerusalén, pues ambos pueblos luchan por el gobierno de la misma, debido a la importante simbología que para cada uno representa. Y una palabra tan importante en la historia como “religión”, causa de guerras, atentados y discordias perennes, nos hace olvidarnos de su sentido verdadero, ya inscrito etimológicamente en su raíz léxica, si vemos que “religión” viene del latín “re-ligare”, que significa reunir, volver a unir. ¿Será posible lograr esa unión? ¿Sería quizá ése el comienzo de una nueva y verdadera religión? Es decir, aquella que sea capaz de unir a los pueblos, a las personas, y no de separarlos y enfrentarlos constantemente. Algo hemos de aprender aquí, si queremos comulgar con el verdadero sentido de aquello que sostiene nuestras creencias más profundas. 

La Tribuna de Albacete, 6-8-2014

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