miércoles, 20 de agosto de 2014

Vacaciones


En estos días de agosto, todavía son muchos los que inician sus escapadas vacacionales y también los que ya han regresado de las mismas. Todo regreso representa siempre esa vuelta a Ítaca, a nuestro hogar. Un regreso que, de algún modo, siempre nos transforma. Pero a veces puede resultar complicado apartar de nuestras vidas el ritmo vertiginoso que el día a día nos impone, e incluso saber parar cuando las circunstancias nos ofrecen ese tiempo de pausa. Cuando conseguimos que el ocio y el descanso nos envuelvan, entramos en una especie de felicidad temporal que llega a suponer, cuando regresamos a casa, un duro golpe o trauma al encontrarnos de nuevo la realidad que dejamos cuando nos fuimos. Recuerdo ahora fragmentos del poema Ítaca de Cavafis: Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. [...] Que muchas sean las mañanas de verano / en que llegues -¡con qué placer y alegría!- / a puertos nunca vistos antes. Anhelamos encontrarnos con nosotros mismos, con lugares que nos recuerden que estamos vivos y que es todavía posible soñar nuevas y largas travesías. Pero tal vez sea desmesurada tanta espera y abnegación para tan poco tiempo de libertad. Haciendo de la espera un desespero y del momento presente un deseo futuro de nosotros mismos. Por eso, invitaría a sentir que ese viaje a Ítaca sea verdaderamente largo, que no se apague con el regreso de las vacaciones, que perdure interiormente y se integre en nuestras vidas esa felicidad que merece ser vivida a cada momento. De no ser así, la ciudad nos seguirá allá donde vayamos, ese mundo a cuestas que arrastramos, olvidando que nuevos mares e islas esperan a ser transitados cada día. 


La Tribuna de Albacete, 20-08-2014

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