domingo, 5 de junio de 2011

Sociedad e indignación

Había motivos, sólo era cuestión de que llegase el momento, de que saltase la chispa que encendiera la llama, la llama de indignación que venía abrasando la paciencia de todos aquellos que viven esperando mucho más que continuadas vanidades, descuido y egoísmo a raudales por parte de esos que ostentan el poder, esa minoría de la sociedad –políticos, banqueros, empresarios- que controla el mundo casi de forma virtual, pero rabiosamente real. El movimiento ciudadano del 15-M ha supuesto un impulso para el despertar de la conciencia y –sobre todo- ha significado el paso necesario a la acción, la certeza de que la voz de un pueblo no se puede amordazar indefiniblemente cuando pervive en él la unión y fuerza capaz de llevarlo a reivindicar la libertad e igualdad que en todos los planos nos constituye y merecemos como sociedad. El escritor José Luis Sampredro, pieza ideológica clave en este movimiento, señaló en una entrevista que “lo que es seguro es el cambio” y que la cuestión es a dónde nos lleve ese cambio, algo que depende exclusivamente de lo que hagamos.

Uno de los elementos dignos de encomio de este movimiento de protesta social ha sido, sin duda lo más importante, su carácter no violento, su actitud pacífica y responsable, algo que ha supuesto que creciera más y más durante esas semanas de mayo tan cruciales en nuestro panorama político. Quizá no han ocurrido grandes cambios y haga falta tiempo para que empiece a materializarse este espíritu de resistencia a un ‘antiguo régimen’ viciado y todavía presente, pero la alarma ya ha sonado, los gigantes del sistema se han preocupado bastante y es posible que sea la primera piedra de otras muchas capaces de levantar una conciencia social responsable, participativa y atenta a los desmanes de los señores del dinero y de las urnas, dispuesta a denunciar y resistir a la injusticia sin descanso, ayudando a orientar correctamente ese cambio inevitable, que a un sistema caduco, inmoral y despótico con la tierra y con los hombres, le está llegando. Si bien es cierto que se ha dicho y afirmamos que la democracia es el mejor sistema de los sistemas posibles; es hora, sin embargo, de exigir de una vez por todas una “democracia real, ya”. Y para ello el individuo debe hacerse cargo de su destino como miembro de la sociedad en que vive y participar en todos sus niveles, no sólo como simple productor y consumidor de un sistema en que sólo impera eso: producir para consumir y consumir para producir más, yendo por una espiral destructiva y lejos de las buenas intenciones con que se tomó por parte de las grandes potencias aquello que el Informe Brundtland elaborado para la ONU definió como “desarrollo sostenible”.

Se llamaron ‘indignados’ porque les habían querido desposeer de la dignidad, aunque no lo consiguieron, y esa salida a la calle, esa resistencia, fue la prueba irrefutable de ello. Sólo cabe esperar que este grito no enmudezca del todo y vuelva a oírse más pronto que tarde con igual o más fuerza, pues, tal como rezaba una pancarta en la Puerta del Sol de Madrid: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, o aquella otra llena de lirismo que decía: “Nuestros sueños no caben en vuestras urnas”. Sueños de una juventud que se ve sin trabajo, desengañada, con los bolsillos vacíos y la cabeza llena de sueños, de posibilidades y capacidades, sueños de una ciudadanía en su mayoría que ha tenido que aprender a vivir la vida de la decepción y el conformismo, pero sabiendo siempre que ellos no eran en aquello en que los querían transformar: mera masa consumista y producto de consumo para ellos, los poderosos devoradores de masas.

El peor mal es la indiferencia, el dejar hacer por nosotros lo que sólo nosotros podemos hacer: construir el mundo en que vivimos de forma justa y equilibrada, sin dejar al margen a nadie, pues nadie es mano de obra ni mero instrumento de un proyecto del capital gestionado en las grandes esferas. Aquí se ha demostrado que las grandes esferas pueden moverse y crecer juntas en las plazas públicas, por lo menos hasta que las asambleas y parlamentos ‘oficiales’ dejen de ser una pantomima de intereses y favores privados. Un pequeño libro, “¡Indignaos!”, de un veterano de La Resistencia francesa, ha conectado de nuevo con una juventud que sigue posicionándose contra el poder y a favor de los dominados. Stéphane Hessel escribió este alegato testamentario como quien deja una herencia a sus hijos y nietos, con la esperanza de que recojan lo que él trató de sembrar durante toda su vida. Ahora nos pasa el testigo y nos dice familiarmente: “Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten”. Como dice Hessel, “resistir es crear”, sobre todo en estos tiempos en que nos quieren pasar una apisonadora por el intelecto y el cuerpo entero. Nuestro es el reto de ir hacia delante lo mejor que sepamos, haciendo del pensamiento creativo, de la idea constructiva, un arma cargada de futuro, como lo fuera en otros tiempos, como ha de serlo siempre.

Diario La Verdad, 5/6/2011

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