domingo, 29 de marzo de 2009

Los mitos modernos


La necesidad de comprender el mundo es inherente al ser humano, porque el ser habita ese espacio y no puede dejar de lado el vacío que provoca el desconocimiento de los fenómenos que le rodean.

Posiblemente la Ciencia se haya convertido en el cosmos de la mitología moderna, la única que nos capacita para conocer el origen y sentido de lo que somos. Con la irrupción del positivismo esta conciencia se afirma como dogma de fe, quedando lejos del entendimiento objetivo aquello que sobrepase las premisas lógicas de la razón.
Con la modernidad el mito de Dios ha muerto. Aunque posiblemente fue muriendo desde su mismo origen. La angustia heideggeriana nace cuando el hombre se pregunta por su ser, unido al tiempo, y reconoce que no le queda otro remedio que asumir la radical verdad de su existencia fenomenológica, la que se ve impresa por los únicos parámetros de la realidad cognoscible, la que determina al ser en tanto que está ahí, sin otra trascendencia más que su estar en el mundo.

Abocado el ser a su penumbra metafísica ha de plantearse nuevos mitos, con un solo fin posible: encontrar un sentido.

El hombre moderno, aún conociendo el papel fundamental de la Ciencia, se niega a creer que a través de ella pueda desvelarse todo el sentido. Esto es, en definitiva, el espíritu romántico: aquel que cree en las posibilidades del hombre como creador de mitos. Dostoievski, en sus Memorias del subsuelo, escribirá: «¿Queréis decirme, señores, qué voluntad será la mía cuando rija ya eso de la lista y la aritmética, cuando todo el mundo piense únicamente que dos y dos son cuatro? Dos y dos son cuatro aun sin mi voluntad. [...] Pero que dos y dos sean cuatro no es ya la vida, caballeros, sino el comienzo de la muerte». El verdadero espíritu romántico descreerá de la Ciencia como ética y sentido de vida.

Los mundos de ficción van unidos al hombre desde su origen. La imaginación es un hecho, una realidad que también está ahí, conformando otras realidades, otros sentidos paralelos. Sin embargo, los mitos modernos no se llegan a creer del todo, existe un consenso, un pacto que nos obliga a aceptar que esos mitos no son reales, haciéndonos partícipes de un juego: de una verdad figurada. Esto es la posmodernidad, la ironía, la paradoja o la simple parodia de lo que antes creíamos como verdad absoluta.

La historia de la imaginación moderna nos ha entregado, como siempre se ha hecho y siempre se hará, mundos nuevos tal que el de El señor de los anillos de Tolkien, por poner un ejemplo conocido por todos. El hombre no se resiste a dejar de creer, a dejar de imaginar. Fijémonos en la enorme atracción que causa en la juventud los juegos de roll o el célebre manga japonés. Todo lo creado más allá del sentido real de la lógica visible.

El cómic crea a los superhéroes, que no son otra cosa que nuevos héroes griegos con capacidades sobrehumanas (Superman, Batman, Spiderman, etc). Los mitos modernos están en el cine y se superponen unos a otros, llegando incluso a ser personas de carne y hueso las que adquieren la categoría de mito: Marilyn Monroe, John Lennon, Che Guevara, John Wayne, etc. La cultura de la imagen nos presenta a seres humanos que son vistos a través de una distancia con dimensiones espectaculares. Ya no importa que sea ficción o realidad, los mitos modernos se desencadenan como fenómenos de masas y son éstas las que entronizan al héroe humano a la categoría de mito. Los ídolos son mitos en el sentido en que se convierten, para el idólatra, en la explicación de su mundo, en el significado del mismo, en lo único que tiene la capacidad de explicar su realidad, en tanto que no existe nada por encima de ello.

Todo puede se un mito, como afirmó Roland Barthes, id est, «todo lo que justifique un discurso puede ser un mito». La forma del mito dependerá de los modelos tomados, de los receptores que lo acojan y de la irremplazable capacidad de verdad de que se le dota, transformándolo en sentido. El hombre moderno necesita creer en el mito, y para ello no le queda otro remedio que crearlo, incansablemente, agotando las posibilidades de su significación.

Publicado en el diario La Verdad de Albacete el 29 de marzo de 2009
http://www.laverdad.es/albacete/20090329/opinion/mitos-modernos-20090329.html

domingo, 22 de marzo de 2009

Tu nombre es eso

Creo que eso ha sido conocido.

Kena-Upanishad (II, 1)


NACÍ en el vientre de tus ojos angélicos,

muy cerca del mar de tu mirada.

 

Sonámbulo de deseo

te abracé hasta el fin

de los tiempos.

 

Y caí, como un niño,

en las redes de la ilusión.

 

No hubo fin, ni principio,

tan sólo olvido, un largo olvido

que fue nunca para siempre.

 

Conservo acaso el dolor de estar solo.

Tus ojos partieron con los ángeles

sobre el mar de lo perdido.

 

Una vez te dije:

“Tu luz me ata a la ceguera del deseo

y tu nombre resuena como losa

que golpea cráneos epilépticos”.

 

Hoy sólo el amor por la vida

me salva de la muerte.

 

Sólo Dios sabe cuánto te quise

y cuánto ayer recé para olvidar

tu nombre.

 

Sin embargo, hoy ya no vivo en la ilusión.

 

Por eso te quiero y no te quiero todavía,

y por eso nunca y siempre olvidaré

tu verdadero nombre.

domingo, 15 de marzo de 2009

Realidad interior y exterior

Podría decirse que hay dos realidades diferentes. La que ocurre dentro de nosotros y la que se nos presenta desde afuera. Sin embargo, esa dimensión exterior siempre es interiorizada. La percepción se encarga de transformar lo que es en algo casualmente distinto.

Cuando miramos el mundo, inconscientemente, interpretamos. Sentimos placer o displacer ante un estímulo visual, auditivo, táctil. Los sentidos implicados en la percepción interactúan de manera asombrosa. Una sinfonía de Beethovenn o un cuadro de Caravaggio nos pueden poner los pelos de punta, extendiendo la impresión primera por una red intrincada de impresiones dispares.

La emoción nos arrastra, fisiológicamente, hacia una diversidad de sensaciones; y todo nuestro ser presencia el suceso de lo real como una experiencia plena de percepciones.
La realidad interior siempre está ahí. La operación con el mundo exterior es un partir hacia-desde.

El tiempo se encarga de llenarnos de información. Los sucesos se encargan de que esa información no se disuelva y tenga una función de referencia con todo lo que nos ocurre. La información primera no será nunca igual que la información que la memoria nos ofrezca después. Y así vamos pasando la vida, recogiendo información y accediendo a copias de copias de la misma.
Una serie de impresiones visuales, acompañadas de sus referentes sensitivos durante el proceso perceptivo, no tienen un lenguaje o código concreto, como pueda ser una frase, compuesta de fonemas, significados léxicos y sintaxis. Una serie de impresiones, llamémoslas emocionales, guardan un referente estimativo. Y, de este modo, recobramos, elaboramos una nueva sintaxis (cognición), de lo que en un principio pudo suponer una cadena incoherente de realidades. Esa es la complejidad del sentir: hallar lo inesperado y hacerlo coherente para normalizar una experiencia poética, esto es, creativa.

Toda creación surge del caos.

Poesía, tomada del griego poiesis, significa creación. Estableciendo una comparación semántica-etimológica podemos observar que una poesía está compuesta por versos y que, en términos espirituales, la creación primordial es el universo. Una definición de verso poético es ésta: «combinación de palabras sujetas a ciertas reglas en su medida y cadencia». Quizá sea aventurado decir que el universo es una combinación de elementos sujetos a ciertas reglas, las reglas del cosmos (orden) y la energía (movimiento). Pero creo que vamos por buen camino en esta comparación. Verso hace referencia a un espacio, su sentido primero es hacia. La palabra, el significado, sigue una dirección creativa. «En el principio era el Verbo», se nos dice en la Biblia.

¿Y los multiversos? Literariamente podemos afirmar que un poema es un multiverso, es decir, muchos versos.

¿Y la Creación? Según esta deducción etimológica la Creación es el gran poema. Realidad exterior e interior se unen ante la perspectiva de un Todo.

En conclusión, todo es lo que somos y somos todo lo que es.

Publicado en el diario La Verdad de Albacete el domingo 15 de marzo de 2009
http://www.laverdad.es/albacete/20090315/opinion/realidad-interior-exterior-20090315.html

domingo, 1 de marzo de 2009

Un mundo feliz (Utopía y distopía de la posmodernidad)


Las utopías son las parcelas creativas más extensas del pensamiento político. Platón, Moro o Huxley sembraron regiones ideales, o no tanto, del sueño social. La distopía traza una línea casi invisible entre lo ideal y lo inaceptable. El pensamiento filosófico en torno a la polis enmascara perversiones ideológicas basadas en el dominio del otro. Los griegos llamarían bárbaros a aquellos balbuceantes extraños ajenos a su cultura vital y las guerras por someter al que habita otras fronteras han marcado un ritmo histórico teñido de sangre e intolerancia.

El antropólogo Lévi-Strauss nos enseñó que un salvaje es quien llama a otro salvaje. Recordemos que el origen de la tragedia era, etimológicamente, «la canción del macho cabrío», donde en las fiestas en honor a Baco se entonaba un himno de sacrificio que culminaba con la muerte del animal. La tragedia se convertiría con el paso de los años -como sabemos- en símbolo de civilización occidental y de sensibilidad creativa. Un ritual propio de salvajes que se convertiría en la seña de identidad cultural y artística de los pueblos griego y latino. Al menos ese rito evolucionó hacia lo sublime, de Sófocles a Shakespeare la tragedia marca las pautas de la sensibilidad literaria europea. Sin embargo, no todo evoluciona tan favorablemente y en España todavía continúan las fiestas de sacrifico del macho cabrío. Las tragedias del torero José Tomás son aplaudidas como un monólogo shakesperiano de Julio César.

El tiempo casi nunca da la razón a la Historia y ésta se convierte en una sinrazón al ser analizada por los ojos del presente.

En las utopías el sueño antecede a la razón. La razón, dicho de otra manera, se forja de sueños y vislumbres de perfección social. Las comunas o los falansterios componen el hogar de los hombres hermanados por una causa justa y común. Pero el gobierno de los hombres buenos termina en masacres, persecuciones, campos de concentración, holocaustos de intolerancia y odio. Mao, Hitler, Stalin soñaron utopías y sembraron pesadillas.

Cabe preguntarse por nuestra condición humana. O mejor dicho, y como entendería Darwin, por nuestra condición animal. Cabe preguntarse si esta historia terrible terminará bien o si nosotros mismos estamos diseñados para hacer de la tierra de bonanza de hoy el infierno de mañana. Siempre ha sido así, las luces y sombras se convierten en claroscuros tenebrosos que Caravaggio atestigua con lágrimas en las manos.

La Historia del Arte llora por el individuo y éste subasta la tristeza en galerías de óleo y dinero. Vendemos el alma como unos zapatos de piel de cocodrilo, nos vestimos con el sufrimiento y traficamos con la muerte para llenar los bolsillos del ego. Y la tragedia canta silenciosa su himno al macho cabrío, mientras le asesta puñaladas en honor a un dios que bebe vino en la ebriedad voluptuosa del placer carnal y salvaje. Toda tragedia termina mal porque los artistas copian la Historia y cantan, inevitablemente, la alabanza fúnebre del tiempo perdido.

El mito trata de explicar lo inexplicable y resuelve así el argumento de lo grandioso, de aquello que no se puede tocar por temor al castigo prometéico de los dioses. Si según Protágoras el hombre es la medida de todas las cosas, también los dioses están hechos a nuestra imagen y semejanza; y así el castigo divino, el tánatos de Freud o el precipicio de Sartre son la misma cosa. Nietzsche se enfadó con el hombre porque éste tenía miedo, porque su debilidad le hacia esclavo de su razón histórica. Pero el superhombre no deja de ser otro reflejo de ese temor divino, otra necesidad de superar la debilidad marcando la distancia entre la fuerza y la servidumbre.

No hay discurso comprensible si está marcado por la dicotomía y no puede romperse la dicotomía si usamos el arma arrojadiza para defender cualquiera que sea la causa.

Publicado en el diario La Verdad de Albacete el domingo 1 de marzo de 2009
http://www.laverdad.es/albacete/prensa/20090301/opinion/mundo-feliz-20090301.html

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