La moral busca la pureza, no ensuciarse de la mayor enfermedad humana: la conciencia. Sin embargo, ¿no podría ser el sujeto moral puro el ser humano sin conciencia?, ¿una especie de ángel terrible que te devora placenteramente?
¿Podría el ser humano aprender a devorar sin conciencia alguna, haciendo que sus semejantes sigan su ejemplo convirtiéndose éste en un paradigma de la moralidad?
¿Puede un hombre conducir a un abismo perpetuo a toda la Humanidad?
La Naturaleza nos vuelve pragmáticos y mediocres al dotarnos del instinto de superviviencia. Todo instinto es una lacra que conduce a la voluntad, la cual pervierte y devora.
¿Puede el hombre arrastrarse en el fango, contaminar todos sus instintos, construir una moral edénica de excrementos?
¿Podremos liberarnos de la conciencia para que salga el Sol sin que nadie lo observe y la luz irradiase como una ceguera y nuestra piel fuese sensible a su influencia?
¿Podría el hombre sin conciencia hablar a Dios sin hablarle, desde lo oscuro, devolviéndole sus cielos: haciéndole, silenciosamente, la Revolución?
Sería el silencio, la retirada perfecta. El cinismo engendrando instintos autodestructivos. El drama de una evolución humana sin conciencia.
2 comentarios:
Ya que lo menciones, me han llegado noticias de una revolución acaecida en el cielo: en el próximo número de La rosa profunda van a publicar un relato muy interesante sobre ese tema. Yo he tenido el privilegio de leerlo y es una gozada para los sentidos y para el intelecto.
Qué interesante. Esperemos que pronto salga la revista para leerlo. :)
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