miércoles, 8 de octubre de 2014

Educar


 
Hoy más que nunca educar es un reto. Ello incluye el ser capaces de guiar en el aprendizaje de la vida, el valor de conducir a alguien hacia sí mismo. Educar a otros conlleva también autoeducarse, tener muy en cuenta lo que sabemos, los valores que nos han acompañado y que se han conciliado con el vivir. De ningún modo puede educarse basándose en la estricta sujeción de una serie de datos, informaciones y referencias ajenas. En el educar aparece el camino de la sabiduría, del saber mirar lo que la vida es, en su sentido más ético y existencial. Valores profundos como la felicidad, el bien o la verdad, no son meras acepciones que consultar en un diccionario filosófico, sino aquello que aparece espontáneamente en el escenario de la vida, en el hecho de pensar lo que somos, en el interés por descubrir aquello que llevamos dentro y que perfila nuestras acciones, comportamiento, carácter, destino… Educar significa sacar fuera lo que está dentro, implica, por tanto, saber conducir a otros a que extraigan lo mejor de sí mismos. Significa enseñar a uno a que se guíe a sí mismo. El valor del educador reside en su habilidad para estimular la virtud en el sendero del autoconocimiento. Aprender es recordar lo esencial nuestro y todo aprendizaje se aloja en el hallazgo de la puesta en práctica de nuestras propias capacidades, pues aquello de lo que somos capaces viene implícito en nosotros. Cuando aprendemos hacemos explícita, deducimos, esa herencia innata que es la facultad del saber. Aprender supone un nacimiento a través de lo aprendido, algo cambia en nosotros cuando el conocimiento aparece, nos transformamos en algo más, en alguien más completo, más entero.

"La Tribuna" de Albacete, 8-10-2014 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Hacia el fin del capitalismo


La crisis económica sigue siendo una realidad continuamente presente en la sociedad. Sin embargo, algo nos hace pensar a todos que esta crisis, instalada ya de forma vitalicia, no puede seguir durando por mucho tiempo. Es razonable pensar que pronto ha de suceder algo nuevo -ante la necesidad histórica, por su propia dinámica evolutiva- en un sentido positivo y a través de nuevos y reciclados valores globales. Tal es la opinión del economista Jeremy Rifkin, quien, en su libro La sociedad del coste marginal cero (Paidós), ya habla de una tercera revolución industrial, con Internet y con las energías renovables como protagonistas, llegando a afirmar, incluso, que estamos ante el fin del capitalismo, pronosticando que le queda, a este sistema devastador, unas tres décadas de vida. La solución: el afán colaborativo de la sociedad, basado en la sostenibilidad de los recursos y en el poder comunicativo que otorga Internet al servicio del pueblo. Señala Rifkin en una reciente entrevista: "Nos encaminamos a una sociedad hiperconectada que, a través de plataformas, comparte coche, casa, etc." Estamos, por tanto, ante un nuevo mundo, donde las personas están encontrando maneras de materializar sus sueños y afanes. Ante esta visión de futuro optimista, donde la sociedad juega un papel fundamental mediante la gestión de sus propios recursos e ideales, cabe plantearse que sí es posible una alternativa al capitalismo. De ser así, puede que estemos cerca de vivir una verdadera democratización económica, dejando de estar controlada no sólo por las empresas, sino tampoco por los estados ni por cualquier sistema de poder que quite al pueblo su capacidad de actuar y de decidir libremente.

"La Tribuna" de Albacete, 1-10-2014

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La voz del pueblo


Ya parece que pasó el tiempo de la indignación, los fulgores del famoso 15-M español, la búsqueda de un cambio social en comunión pacífica y asamblearia. Volvemos al tiempo del conformismo, de mirar para otro lado, permitiendo los abusos del poder a cambio de casi nada. Pero eso es el conformismo, afirmar que casi nada es ya más que nada, y sentirse pagado con eso. Creo, como los ascetas cristianos o los budistas, que “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”, pero hay límites que ponen en tela de juicio toda ascética mundana, cuando se atraviesan regiones que atentan contra la dignidad humana y simbolizan cánticos hondos de injusticia. Mientras en los medios se homenajea a banqueros que lo dieron todo por su país, pero que jamás perdonaron un céntimo de euro a quienes incluso tuvieron que dejar su casa, embargada, y sin ser beneficiaros de esos generosos mecenazgos sobre los que tantas crónicas se redactan. Vivimos en un país donde los héroes han sido sus más claros verdugos, no en términos de macroeconomía y comercio internacional, sino en términos de llegar a fin de mes y comprar el pan de cada día. Por eso, la sociedad necesita volver a retomar el poder que emana de ella misma, no para hacer abuso de él, como hace el gobierno o los banqueros, sino para demostrar que todavía existen valores de solidaridad, generosidad o justicia social; y para hacer cumplir esos valores. Y todo eso pasa por una nueva indignación y un ímpetu rebelde sin titubeos. Pues es necesaria una rebelión, ante esta sumisión involuntaria, una voz unánime, ante esta voz ensordecedora del poder que cada día nos impide escuchar nuestra propia voz. La voz del pueblo.

La Tribuna de Albacete, 17-9-2014

jueves, 4 de septiembre de 2014

Cien años tras la Gran Guerra


En este año 2014 se cumplen cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial, aquel conflicto bélico que impregnó de horror a todo el planeta. El siglo XX fue un siglo marcado por la guerra, y nos debe hacer reflexionar cada día sobre las consecuencias fatales de tales conflictos globales, teniendo en cuenta que a día de hoy existen más de 50 millones de refugiados, personas desplazadas a causa de conflictos armados, siendo Siria el país que más sufre esta situación actualmente con cerca de 9 millones de refugiados. Por ello, es necesario concienciarnos y actuar continuamente para que los estados poderosos intenten mediar de una manera pacífica y humanitaria, dejando atrás sus propios intereses políticos y las soluciones bélicas con que suelen entrar a moderar, añadiendo si cabe más fatales consecuencias a las situaciones críticas con que se enfrentan. Pero parece quedar lejos esta utopía pacifista cuando sabemos que el 40% del gasto mundial en armamento corresponde a Estados Unidos (le siguen de lejos China, Rusia y Reino Unido), aunque hay que apuntar que tales presupuestos han bajado últimamente, debido a la crisis económica. Los últimos datos nos reflejan un gasto mundial al año de 1,75 billones de dólares en armas, lo que supone el 2,5% del Producto Interior Bruto del planeta. Un gasto superior, por dar otro dato más, al registrado durante el fin de la Guerra Fría. Una situación, por tanto, que simula un campo de batalla, un gran desfile armamentístico que, sin embargo, no nos ha de hacer olvidar –con esperanza- que la paz es posible, comprendiendo que esa es la única y verdadera victoria digna de ser celebrada.

La Tribuna de Albacete, 3-9-2014

miércoles, 27 de agosto de 2014

Retórica y política


La política, como la guerra, ya nos lo anunciaron Maquiavelo o Sun Tzu en "El arte de la guerra", cada uno a su estilo, es una cuestión de estrategia y audacia, aplicable a cualquier situación donde el poder y el dominio del otro se convierten en el objetivo del juego. En el mundo capitalista en que vivimos, casi todo se basa en estrategias de control y manipulación encubiertas, y a veces no tan encubiertas. Toda la retórica de Quintiliano o de Aristóteles se ha usado como un arte de dominio y persuasión muy eficaz. Saber vender un producto o una idea es, sin duda, una cualidad que engrandece el producto, pero cuando este producto carece de las cualidades o de las ventajas que se nos ofrecieron, se le puede llamar engaño. Sin embargo hay una fórmula esencial y necesaria para no ir deambulando en busca de paraísos y encontrarnos con espejismos o quimeras, y esto es el criterio, también el sentido común. En la política la cuestión es más grave, pues lo que nos intentan vender se corresponde con los cimientos de la vida: trabajo, salud, educación, libertad... Pactos, debates independentistas, fraudes, recortes, luchas internas; poco tiene que ver con un compromiso sincero con el ciudadano. La retórica, la palabra convincente, puede ser en ocasiones arma de quienes no llevan nada consigo, pero no es necesario adornar tanto lo que por sí mismo ya luce. Y así estamos, esperando hechos, hechos que produzcan cambios, cambios que de verdad supongan algo sustancial que nos libere de la manipulación continua. Pero es el individuo, la sociedad en su conjunto, la que ha de proclamar lo que quiere; pues, no lo olvidemos nunca -sería la peor amnesia que nos habrían conseguido vender- y es que el poder es siempre del pueblo. 

La Tribuna de Albacete, 27-8-2014

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