El ser humano se halla en un momento crucial de su historia donde tomar conciencia o no de sí mismo y del mundo en el que vive marcará el futuro de su supervivencia en este planeta. Tomar conciencia más allá de ser un mero productor y consumidor, esto es, un mero explotador del medio en el que vive. Y parece que Donald Trump, como no podría ser de otro modo, quiere perpetuar ese comportamiento depredador del ser humano, al salirse del Acuerdo de París por el cambio climático, y como el Saturno de Goya, continuar devorando a sus propios hijos. El optimismo no tiene cabida conforme el tiempo sentencia y aventura una realidad global muy sombría. Un mundo cada vez más fuera de su centro, perdido en el progreso científico pero fuera del progreso humanista, existencial o metafísico. Esto no se contempla en este mundo salvo en amplias minorías que no son más que eso, minorías, aunque sin duda, más felices y asentadas en un sentido de vida. Pues no es la felicidad otra cosa que el encuentro con un sentido existencial que otorgue verdadera plenitud y con ello paz, con uno mismo y con el mundo. Y eso no se compra, no lo otorga un coche nuevo, un tratamiento estético, un ascenso en el trabajo o que gane la liga nuestro equipo favorito. La felicidad reside, esperando a germinar, mucho más dentro de nosotros mismos. Germinará o no, depende de cada uno. Y como este planeta, puede que la inercia lleve las cosas a un punto de no retorno. No porque vaya a desaparecer el planeta, eso es bastante más difícil, sino el ser humano, el ser humano consciente, y valga la redundancia, el ser humano con sentimiento de humanidad. Pues éste, se extingue.
La Tribuna de Albacete, 14-06-2017
La Tribuna de Albacete, 14-06-2017