Tal y como
hoy está el mundo, pensar en el futuro -en uno muy lejano- puede sonar a
ironía; pues si es evidente lo difícil que resulta convivir en el presente,
cuánto no lo será dentro de unas décadas o siglos. Esta sociedad del día de
hoy, regida de modo demente por esa ley del ‘máximo beneficio’ que ha precipitado
al hombre a desocupar las tierras de la cordura, apenas tiene perspectiva desde
la que divisar un horizonte distinto al actual, que hoy amenaza la posibilidad
de un futuro sostenible para la humanidad. Parece que no hay otro modo de
imaginar el paraíso de mañana que no sea eliminando de él las causas que han
dado lugar al infierno de hoy, lo que conllevaría a borrar toda la historia del
tirón. Eduardo Galeano, en memorable artículo, escribe lo siguiente: “El 12 de
octubre de 1492 América descubrió el capitalismo. […] En su diario del
Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra ‘oro’ y 51 veces la
palabra ‘Dios’ o ‘Nuestro Señor’.” Escribió así Colón de las Américas: "Tendrá
toda la cristiandad negocio en ellas". A partir de entonces las cosas
fueron muy deprisa. Todo el mundo ya ha sentido los colmillos del capitalismo,
de ese lobo para el hombre que nunca se queda satisfecho, de ese valor al que
tanta sacra importancia se le da: el dinero. Un invento para la convivencia que
ya es el eje y motor, sentido y referencia, de la misma. Y en estas seguimos,
en la incansable búsqueda de El Dorado. Si éste pudo ser origen del capitalismo
nos preguntamos cuál será su destino; si está ya agotado o necesita agotar
todos nuestros recursos. Dejo aquí esta cuestión para su reflexión. Ojalá la
sociedad pueda responderla pronto, antes de que sea demasiado tarde.
La Tribuna de Albacete, 08-04-2015
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