Cantaba Leonard Cohen: “Hay una grieta en todo. Así es como la luz penetra”, y sigue entrando la luz a pesar de los años que pasan y de la oscuridad que a veces envuelve a este planeta. Se fueron Cohen, Bowie, Castro… Grandes iconos de los siglos XX y XXI, iconos que no se pueden fabricar, sino que emergen como una semilla que no se sabe quién sembró, como un milagro. Como el loto, que en el lodo se crea su belleza inocente para flotar sobre él. Flotar es ya un hito en estos tiempos, no hundirse, no ahogarse y no permitir que la desolación embargue de frío pesimismo nuestros sueños. A pesar de que motivos no faltarían. El terrorismo islámico, la pobreza del continente, no sólo en el tercer mundo sino en el primero y el segundo, pobreza colateral que vemos en las esquinas de nuestras calles o en los barrios de los extrarradios. Pero vivimos en un mundo que sólo aspira al consumismo, aunque para consumir haya que vivir esclavizado. Aunque paguemos a precio de oro lo necesario. Y la sociedad se olvida del prójimo mientras ese individualismo que le caracteriza se mantenga fuerte y saciado. Quizá es más importante que Cataluña sea nación o que el Real Madrid gane la Copa de Europa. Lo que sea menos luchar por valores y justicia social. En los colegios eso no se enseña. Y menos en las facultades. Pero es fin de año, no hay que ser pesimista. Otro año comienza. Otra posibilidad. Otro sueño a proyectar. Pero conviene reflexionar, al menos, un instante, si estamos de acuerdo con el mundo que estamos construyendo. Tal vez algo se pueda hacer. Aunque sea dejar de mirar para otro lado. Y observar las grietas. Porque sólo ellas pueden permitir que penetre la luz.
La Tribuna de Albacete, 28-12-2016
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