Amanecimos
donde nadie pudo encontrarnos,
sacudidos
como algas desvencijadas por la marea.
Quedamos
tirados en la orilla del mundo,
abrasados
por las olas de sus pasiones sin freno.
Nada
somos salvo restos de su banquete, frutos de sus sobras, pequeños sueños rotos
en medio
de paraísos
saqueados.
Nada
queda, la inocencia se ahoga y se consume.
Sólo quienes se atrevan a nacer
de nuevo
conquistarán su presente.
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