En esta época nuestra en que la cultura de la imagen prima sobre todas las cosas, donde la publicidad es un estudiado método para convertir en objeto de deseo cualquier producto, la revista americana Time –como viene haciendo desde hace décadas- ha retratado en la portada de este mes de diciembre a su personaje del año. Este retrato, o manufacturación de un nuevo producto, no ha sido alguien en concreto, sino un personaje anónimo: “The protester”, esto es, “el manifestante”, o traducido un poco más: “el indignado”. Es propio de la juventud, en la mía lo fue, y en la de muchos otros, sentir un especial atractivo por ese personaje romántico y rebelde, luchador hasta la muerte por una buena causa, que personalizó el “Che” Guevara, cuya fotografía ya vemos impresa en la camiseta de muchos jóvenes como un diseño más de vestimenta. Cuando un símbolo auténtico, vivo, temblando aún en la pasión de su sentido, es capitalizado, convertido en mercancía, se le esteriliza, castra, vulgariza. Ahí reside el peligro de tomar “iconos”, de convertir en vulgar lo que brilló por ser único y original. Cuando vemos una imagen repetida por todos lados, el significado de lo que representa se va desvaneciendo, haciéndose cada vez más abreviado hasta el punto de perder el interés, llegando a pasar por mera anécdota o referencia descontextualizada.
Sin embargo, lo que no podrá morir nunca es el espíritu del rebelde, ese que nace y vuelve a renacer, durante los siglos, allí donde una sociedad o grupo ha de proclamar el derecho de lo que es suyo, su libertad. Ningún rebelde, ni James Dean, lo es sin causa. La rebeldía es en sí la causa, la necesidad siempre imperante en todo tiempo y lugar, pues las sociedades están estrictamente fijadas por prejuicios, normas sociales y de comportamiento, clases, estatus, tabúes, mandatos implícitos y explícitos, obligaciones éticas, morales, etc. No quiere esto decir que cierto orden social y moral no sea necesario. Lo es. Vivir en grupo requiere ciertos preceptos de convivencia. Pero eso no significa que una sociedad se escude temerosa en esos preceptos negando todo atisbo de espontaneidad, creatividad y renovación. Y ha sido el rebelde quien ha encarnado esa función social, desde el rebelde artista (Oscar Wilde, Dalí, The Beatles…) al rebelde político, como el citado Guevara. Filósofos como Sócrates, Marx, o Nietzsche también lo fueron. La rebeldía no es sólo una causa, ni una moda, sino una forma de ser, necesaria y vital inclusive.
El rebelde nos muestra una alternativa, nos hace ver que hay otro camino. En este sentido es una figura optimista y positiva. Nietzsche hace hablar a Zaratustra mostrándonos el camino del nuevo hombre. Dios nos lo explicó mediante Jesucristo. Marx con “El Capital”. Hoy en día somos manejados por el “dios mercado” y el rebelde está ahí para hacérnoslo saber abiertamente. Escribe Michel Onfray, un intelectual indignado, que es necesario “terminar con esta religión de la economía que hace del capital su Dios y de los hombres sus simples devotos, objetos de expoliación a voluntad”. Hemos regresado a una nueva Edad Media, pero por suerte sabemos que después llegó una luz rejuvenecedora llamada Renacimiento. Hoy día la economía tal y como la entendemos ya no nos sirve, ha dejado de ser un instrumento de convivencia y organización; ahora la servimos a ella, nos organizamos y convivimos según sus exigencias. Esta economía que hemos creado y que se llama capitalismo está devorando un mundo al que debería servir. Ese es el mensaje que hoy día necesitamos escuchar, que necesitamos saber. Añadiendo siempre una esperanza, una alternativa.
El rebelde, pues, sólo procura que despertemos del sueño de la razón, de la razón demente que subyuga a este sistema. El rebelde no es un “icono”, ni una imagen que llevar en la camiseta hasta que olvidemos lo que significaba o la lavadora la destiña y definitivamente borre su silueta. Este año, sin duda, y para nuestra fortuna, ha sido el año del manifestante, en Túnez, Egipto, EE.UU., España…, se ha oído o, mejor dicho, se ha hecho oír su voz. El mensaje que precisa recordarse más que nunca es que tenemos derecho a vivir dignamente, todos. Y no perder la esperanza al difundir este mensaje. Porque, como escribió el gran poeta lituano Czestaw Mitosz: “La esperanza existe si alguien cree / que la tierra no es un sueño, sino un cuerpo vivo.” Y este cuerpo es el nuestro, es de los árboles y ríos, ciudades, océanos, pájaros y mesetas… La tierra nos pertenece porque somos esa tierra, porque estamos hechos de la misma materia que el mundo. Justo es reivindicar la justicia. Necesario es pedir lo necesario. Y ser rebelde es proclamar el derecho de poder ser uno mismo. Digna y libremente. Hoy, más que nunca, todos necesitamos ser rebeldes.
Diario La Verdad, 18/12/2011
1 comentario:
Te felicito por el texto. Creo que faltó mencionar en la lista de "rebeldes" o hacedores de rebeldía ejemplar, a Ernesto Che Guevara. Un saludo, interesante blog.
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