Dedicado a Christopher
McCandless
Quise subir
a las montañas, perderme lejos de aquí, dejar esta otra selva de edificios y
coches ansiosos. Quise viajar muy lejos, ir hacia rutas salvajes, allí donde
las flores meditan a cualquier hora del día al compás del viento y de los rayos
de sol, donde las rocas van lentamente eternizando su quietud, donde los ríos
fluyen y rugen y refrescan el paso de caminantes exhaustos y solitarios
buscando un lugar en el mundo que los cobije sin pedirles nada a cambio. En la
naturaleza todo es recibir: olores, imágenes, cuadros de vida y de verdor que
nos concilian acaso con la infancia, con lo más inocente que fuimos y que la
ciudad violó, día tras día. El mundo está lleno de silencios sin explorar; la
mayoría perecemos en unos pocos metros cuadrados contaminados de polvo,
envidias, dinero y alquitrán. Pero hoy no quiero pensar en ello, solamente
deseo imaginar las montañas que sé visitaré pronto y serán mi nuevo y tranquilo
hogar.
Tengo
espacio en mi mochila para unas pocas cosas, unos pantalones viejos y algunas
camisetas, una libreta moleskine y un par de bolígrafos, poco más. Mi
viaje será largo, pero mi equipaje muy breve, cuanto menos lleve más ligero
viajaré y más pronto me olvidaré del peso que siempre trasladé a cuestas. No
hay razón para seguir portando un peso así, para cargar con más culpas,
responsabilidades, deseos que nunca fueron míos (que me enseñaron a querer, he
incluso me engañaron, pues llegué a sentir que los deseaba de veras). El viaje
será largo, lo suficiente como para olvidarme de quién fui, de ese extraño que
llevé conmigo tantos años y que también pesaba demasiado.
Dicen que no
hay meta en el camino, que el camino es la meta, y eso es lo que pienso
aprender de este viaje. No me marcaré ningún objetivo. Tan sólo quiero subir a
las montañas y respirar un poco de aire puro. Nada más.
1 comentario:
Hermoso relato. ¡Ojalá todos/as tuviéramos el valor de "desplegar las alas sin pensar en ningún puerto"!
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