Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
Gerardo Diego
IY por tu cielo las nubes
cayendo sobre el agua,
enamoradas de sus soles,
evaporadas en la tierra.
Neblina del día, almas
de la noche fría...
Un precipicio bajo el cielo
es el enigma del sueño.
Caerse, no volver.
Volver a soñar.
Una escalera hacia la nube,
un ascenso hacia la tierra
que la mantenga quieta.
Una espera.
Una esperanza.
Una fe verdadera contra la niebla.
II
Ascensión, alejamiento, conquista irremediable
de un instante en que quedar, despojados de la niebla.
Un cielo, una nube, una flor primera.
Mi alma plantada sobre la tierra, mi semilla, mi sueño,
mi luz cierta. Un fugaz encuentro fundando lo eterno.
Y sobre él las nubes abiertas, el ritmo y las raíces en penumbra,
creciendo, atisbando, abismando en su centro el vuelo constante,
el vuelo quedando y la flor, naciendo. El rostro latiendo
y su color, floreciendo. Mis ojos son tus brotes de sendero,
la arquitectura de tu vuelo, el ornamento de tu espacio fértil.
El ventanal de mis manos la armonía de tu vientre,
el calor de los cielos la oquedad de tus labios abismales.
Mis labios son dos rocas de lamento, un peso sobre otro
sosteniendo el silencio, lo cerrado, la llanura ausente de tus besos.
Algo se abre en el sueño cuando estás lejos.
Una flor o una boca sin lamento,
una caricia que se ofrece a dar su aliento.
Algo se expande en la llanura cuando vencen tus cimientos.
Es el deseo, lo sé. Lo llamé sueño, lo llamé nube, lo llamé cielo.
Algo queda en el aire. Es tu silencio.
Tu no llegar se ha ido. Lento, apresurándose despacio
como la nieve del invierno, yendo hacia su agua y hacia una nada
que todo lo deja igual, sin argumento. Mi voz es tu ausencia encendida
y mi callar tu palabra, penumbra, plegaria de amor y de silencio.
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