En el último sonar de las campanas
interiores del alma y de la noche
escuchas al final de las palabras
el torrente ajeno de las voces
que repiten tu nombre
en la mirada
y en los surcos del cielo
y en su cumbre.
La voz que persigues
al dictado y al silencio
se fue con la palabra.
Y no es nada lo que queda
sino el amor y el gesto
imborrable
de todos los comienzos.
1 comentario:
Y ¿qué no queda nada?
ohhh, sí queda todo, ¿no te ves escribiendo?
Precioso amigo.
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