Muchos son los debates que se originan en torno a la
sostenibilidad del planeta y sobre qué medios son las más adecuados usar para
contribuir a que el mundo en que vivimos mejore con nuestras actuaciones
humanas sin que lo deterioremos continuamente. Las energías renovables se ven
como una solución a largo plazo que ayudaría a satisfacer nuestras necesidades
de transporte, consumo, alimentarias, tecnológicas, etc., al tiempo que no
dañaríamos los recursos vitales del organismo terrestre. El petróleo, por ejemplo,
que es la sangre del planeta, no puede ser continuamente succionado de la
tierra, ya que ponemos en peligro y desequilibramos esa estructura orgánica que
nos sostiene, lo cual aumenta la probabilidad de terremotos u otros desastres
naturales, por ejemplo; al tiempo que es altamente contaminante. El uso de este
combustible, sin duda, es eficaz, funciona para el fin que se le emplea, y
permite que un coche se mueva o que una casa disponga de calefacción en
invierno y así no se pase frío. Pero este principio activo, esta eficacia en su
función no quita los enormes riesgos y daños colaterales, efectos secundarios,
que produce.
El Ministerio de Sanidad ya ha regulado la
homeopatía, y sin duda es una noticia positiva. Pero el debate no ha tardado en
iniciarse y la Organización Médica Colegial (OMC) se ha posicionado en contra
de esta medicina natural. Uno de los argumentos que declaran es que los médicos
"están obligados por las normas del Código de
Deontología Médica a emplear preferentemente procedimientos y prescribir
fármacos cuya eficacia se haya demostrado científicamente" y añaden que no
son éticas las prácticas carentes de base científica que prometen la curación.
Como dijimos antes, no es lo mismo eficacia aplicada a algo en concreto –a
corto plazo- que lo que conlleva esta aplicación en un nivel más profundo y sus
efectos secundarios. Habría que plantearse si es ético atajar síntomas,
bloquear y matar expresiones patológicas y llamarlo a eso curación. El
paradigma científico actual, sería humilde afirmarlo, no tiene toda la verdad,
y no debe llamar solamente ciencia a sus métodos, pues la ciencia es algo mucho
más que un estudio estadístico –que también es, sin duda, una buena
herramienta- o meras comprobaciones de causa y efecto: hay mucho más implicado.
Para restablecer la salud –equilibrio- hay que actuar con medidas que
equilibren, no que ataquen al organismo aunque silencien temporalmente sus
síntomas. Quizá no sea ético el uso de ciertos medicamentos “oficiales” y con
“base científica”, que todos sabemos producen
multitud de efectos secundarios y que abren una cadena de nuevas patologías, en
muchos casos cronificando las presentes, haciendo del medicamento, no un
remedio puntual, sino una dependencia progresiva para paliar lo que no se ha
sabido curar.
Albert Einstein escribió que “podemos considerar la materia como
constituida por zonas de espacio en las que el campo es sumamente intenso… No
hay lugar en este nuevo tipo de física para el campo y la materia a la vez,
porque el campo es la única realidad.” La materia, en definitiva, es energía;
lo que vemos, es, a su vez, un misterio invisible. La pila, materia, se recarga
con fuerza invisible. Y la fuerza vital de nuestros cuerpos es otro misterio
que anima lo que somos. Quizá conviene mirar otros caminos, e investigar en
nuevas direcciones. Llevando una mirada más profunda, no sólo paliativa, sino
con voluntad sanadora, integral y, por supuesto, verdaderamente ética.
"La Tribuna" de Albacete, 18-12-2013
1 comentario:
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Felicitaciones
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