Una crisis sistémica. Así se ha
definido el tipo de crisis que –a nivel global- estamos sufriendo. Todos los
días la mayoría de las noticias en portada de los medios de comunicación se refieren,
directa o indirectamente, al panorama crítico que nos acontece. Imposible
lograr un respiro ante tanto acoso informativo. Convertimos el entorno en que
vivimos en una especie de territorio hostil en el que todo suena a crisis,
riesgo, deuda, quiebra… Mientras tanto, la publicidad nos sigue vendiendo ese
mundo feliz de consumo sin pausa exhortándonos -sin excusa- a comprarlo todo.
Pero el doble juego del sistema ya se está quedando obsoleto. La mayoría de las
personas comienzan a comprender que no son felices consumiendo más y, sobre
todo, haciéndolo a costa de entrampar sus vidas, tiempo y esperanzas reales. Pues nos han acostumbrado a
proyectar esperanzas ficticias, que sólo han añadido más estrés e incomodidad
(haciéndonos comulgar a fe ciega con eso de: a mayor consumo, mayor calidad de
vida). Muchas personas se preguntan si la vida es realmente eso, si merece la
pena enfocar un recorrido vital (limitado por otra parte) de este modo. Hay
quienes pronostican, por ello, que el éxodo urbano a las ciudades será una de las grandes
alternativas de vida en el futuro. Lejos del ruido infernal de las masas
urbanas, allí donde el canto del gallo marque el único y primer sonido
reconocible del alba. ¿Quién no ha soñado con despertar cada día lejos del
ajetreo cotidiano en bucólicos hogares de chimenea o con tardes interminables
en que sólo acontece el resbalar de la nieve tras la ventana? Hoy día, que el
tiempo nos absorbe y apenas sacamos un par de horas a la semana para nosotros.
Lo que sí va quedando claro es
que no todo el mundo quiere seguir viviendo así. Y que, además, el sistema no
lo soporta. Albert Einstein, que también habló de la crisis, pues antes,
durante y después de la II Guerra Mundial todo era crisis, nos dio muy buenos
consejos, de esos que provienen no de la docta y hueca erudición sino de la
llana sabiduría, que merecen ser tenidos en cuenta. Nos dijo que no podemos
pretender que las cosas cambien si hacemos siempre lo mismo y que no es
adecuado ver la crisis de un modo pesimista y derrotista porque de esa manera
sólo dejamos patente nuestra propia incompetencia. El físico alemán nos
asegura, por el contrario, que los tiempos de crisis son tiempos de
oportunidad, de nuevos retos, de espacios donde dejar aflorar la creatividad.
Cito ahora sus palabras textuales: “Hablar de crisis es promoverla, y callar en
la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos
de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer
luchar por superarla”. Aquí Einstein apunta al centro de la diana y da de
lleno.
Hoy en día oímos por todos lados hablar de la crisis (como si interesara
a alguien que nos convenzamos de ello por algún extraño motivo) al tiempo que
nos piden también por todos los frentes que vivamos como si nada pasara, consumiendo
y construyendo ese proyecto de vida feliz basado en un omnipresente
materialismo existencial. Sin embargo, ese “trabajo duro” al que alude Einstein
no puede ser en la misma dirección poco fructífera de siempre. He aquí el reto
que se nos plantea: mirar más allá de las viejas fronteras que hasta hoy nos
cegaban y limitaban, haciendo uso –por el contrario- de la inventiva y
creatividad humanas para construir el mundo que verdaderamente queremos. Como
entonara un célebre cantautor: “No sé qué quiero, pero sé lo que no quiero”.
Esta es una buena opción constructiva para empezar, eliminando aquello que, por
experiencia, sabemos nos perjudica. Una sociedad enferma, insana, no es una
causa sino una consecuencia. La causa somos nosotros, afortunadamente; pues esto
indica que tenemos el timón de nuestro destino y la posibilidad aún de cambiar
el rumbo, antes de que sea demasiado tarde. Afirma la sabiduría popular que el
pesimista maldice el viento, que el optimista espera a que mejore pero que, el
realista, dispone correctamente las velas, tomando así este último la decisión
adecuada. No es otra cosa lo que la historia espera de nosotros, que miremos en la dirección acertada,
que no rememos contracorriente y que sepamos enderezar el barco a tiempo cuando
la tempestad venga de frente.
Diario La Verdad, 20/11/2011