La libertad ha sido buscada al sentir la opresión, en operación antinómica. Se quisieron soltar las cadenas que oprimían al cuerpo al descubrir que esas cadenas privaban algo que sería llamado libertad. Cuando las cadenas fueron despojadas de su hábito paralizador el hombre se preguntó qué hacía ahora con esa libertad lograda. Y la libertad se convirtió en pura competición, llegando a ser sinónima de poder. Y de nuevo, nacieron más esclavos, esclavos de la libertad de otros y para mantenerlos conformes se les dijo que su esclavitud era también otra forma de libertad. No obstante, el hombre, como es natural, se rebeló. Todo viene de muy atrás. Según Mijail Bakunin al ser probada aquella manzana del mítico bíblico de la creación tuvo lugar el primer acto de rebeldía del hombre. Tras pensar en su libertad de elección la llevó a cabo y, por una extraña razón, fue condenado por ello. Indudablemente, un mito es un mito, y Dios –deseamos pensar- no pone trampas a sus hijos, no deja que seamos tentados para luego condenarnos por elegir libremente lo único que podía ser elegido: el conocimiento del mundo más allá de sus edenes aparentes. Pensar la libertad ya es ser libre, ya es una huelga, un respiro, para el ánima. Uno deja así de ser autómata y se convierte en autónomo de su pensamiento.
Una huelga es un acto programado de rebeldía, un atisbo, un tímido alarido frente al gran aparato de la tiranía y esclavitud modernas: el trabajo. Un trabajo que en la mayoría de los casos significa servidumbre paupérrima, la renuncia a una vida propia y la consagración al servicio del poder a cambio de una pobre limosna que acaso permita subsistir abnegadamente. Aquellos que se llaman empresarios, generadores de puestos de trabajo, a menudo no buscan sino mano de obra para sus intereses, para pagar holgadamente (palabra de la que deriva 'huelga') su nuevo yate y tomar un 'respiro' (origen etimológico de 'huelga') lejos del mundanal y trabajador ruido. En la neorrealista película “Milagro en Milán” de Vittorio de Sica, un empresario llamaba de 'iguales' a los pobladores de un asentamiento de indigentes en sus tierras, hasta que tras descubrir que en esos terrenos había petróleo les declaró la guerra, y ya no eran hermanos sino enemigos para él, para sus intereses propios. Ahora la guerra es declarada con las hipotecas, con los altos intereses, con los precios elevados del consumo, que convierte a los ciudadanos en meros indigentes, en huéspedes de casas propiedad de los bancos, que a la mínima falta en los pagos les es declarada la guerra, como en la película citada, desposeídos de su quimera, la quimera más humilde y necesaria: un lugar donde resguardarse del frío y habitar con la familia o con uno mismo. El problema es grave si miramos en las alcantarillas, en la sombra que se esconde tras tanta apariencia, en la vida de alquiler que en la mayoría de las gentes trascurre, al tiempo que en las televisiones enseñan casas de lujo, coches de ensueño y otros espejismos que insultan a la conciencia. Mientras unos pocos cuentan día a día los billetes copiosos de su duro trabajo de expolio al débil, otros muchos siguen creyendo que el trabajo hace digno al hombre, a costa de bajarse continuamente los pantalones.
No hay mayor acto de rebeldía que el del espíritu, nunca lo fue el de las pistolas. La rebeldía del espíritu consiste en saberse libre en todo momento y en proclamarse libre siempre que alguien dude de ello, demostrando así que el hombre no ha nacido para arrodillarse frente a otros hombres, sino para servirle con dignidad y de forma recíproca, reconociendo la igualdad que el espíritu proclama universalmente. Para Gandhi estuvo muy claro el camino a seguir, la revolución pacífica, humanamente religiosa, fiel al ser humano en la contemplación de sus nobles cualidades. El hombre ostenta el deber y el honor de ser justo con sus semejantes, de ser incondicionalmente un igual, un mismo espíritu compartiendo las horas y los siglos de su travesía por la tierra. En la película “Milagro en Milán”, los humildes indigentes viajan al cielo en escobas voladoras, movidos por la esperanza y la fe en una tierra mejor que poblar y donde vivir dignamente. Esperemos que no sea el cielo solamente, sino la tierra también, un lugar donde llevar a cabo los sueños de una vida en libertad e igualdad reales.
Diario La Verdad, 26/09/2010
2 comentarios:
Jose Manuel:
Me alegra ver tu compromiso de denuncia, y la claridad con que estas viendo hacia donde se encamina la sociedad que durante todos estos años hemos estado creado, o consintiendo con nuestro silencio que se creara.
Yo, que vengo de una generación en la que muchos hemos tenido que luchar y ganarnos a buen precio cada una de las libertades que se iban obteniendo, me siento avergonzada cuando veo como todo eso sólo ha servido para llenar los bolsillos de los más espabiliados y potenciado la codicia y la insensibilidad generalalizadas.
Es de desear que cada vez surga mas gente joven que sacuda las conciencias y que se involucre en potenciar un cambio, en donde impere un poco más de justicia social y de cordura.
Be
Mi conciencia ha despertado esta mañana con tu entrada. Es cierto, somos esclavos contemporáneos. Esclavos del tiempo robado, del fascismo encubierto y tolerado de la precariedad. Están hipotecados los sueños.
Publicar un comentario