domingo, 22 de noviembre de 2009
Filosofía cotidiana
viernes, 20 de noviembre de 2009
viernes, 6 de noviembre de 2009
Sociedad y delirio
El sujeto es deseante por naturaleza, la búsqueda le sobreviene en su camino. No hay camino sin búsqueda por nimia que ésta sea. Desear es imaginar la posesión. Gilles Deleuze dirá que el mundo del deseo se configura mediante diversos “agenciamientos”. Un agente, define el DRAE, es el que “obra o tiene virtud de obrar” y agenciar consiste en “hacer las diligencias conducentes al logro de algo”. El agente es quien hace, quien logra algo. Para ello ha de haber el deseo de logro de algo. No se desean cosas abstractas sino concretas, no objetos de deseo externos y aislados, sino en un contexto o conjunto de cosas: hay un paisaje del deseo, como entendió Marcel Proust. El deseo es creativo, nace de un inconsciente que es fábrica de mundos. Dirá Deleuze –en este sentido- que “desear es construir un agenciamiento”. Verá este filósofo –en contraposición a Freud- el inconsciente –no como un teatro- sino como una fábrica de producción. Nos liberará Deleuze del drama freudiano de las determinaciones familiares, de la tragedia burguesa de la culpabilidad y el complejo; y nos mostrará el delirio del deseo en su sentido cósmico y engrandecido, trágico sí, pero trascendente, múltiple, potencial.
Ya el hombre o la sociedad experimentan siempre su particular delirio. El delirio romántico de lo sublime, la modernidad apocalíptica de la abstracción simbólica, el mundo de las sombras que nos atan al sino trágico y absurdo de la existencia, el precipicio del capitalismo. Altas y bajas pasiones que, en último termino, son víctimas de sus delirios de grandeza. Deseo material o espiritual, poco importa cuando entendemos que el problema nos es la razón en sí, sino la deshonesta búsqueda de legitimación de la sinrazón, donde el escenario se da la vuelta y la locura se convierte en el estado de cosas que fundamentan la cordura generalizada. Un doble delirio hay, el del falso cuerdo que ignora la verdadera cordura y el del verdadero cuerdo que enloquece ante la locura impuesta como normal (legítima y lógica).
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Viento cálido
Pero aquí las sombras del día
avasallan su esplendor
con óptica aciaga
de ficticio devenir.
Llaman, llaman a la puerta.
No quiero despertar. No abriré hoy.
La agonía del instante me avista
y caen las horas, vacías de tesoros.
Me llena lo ganado del tiempo perdido,
la esperanza de haber entrevisto
la noche que me sueña y me cerca.
Ya al menos, en la herida excelsa,
tus brazos toman mi alma breve
y la bañan, apurándola,
entre cálidos vientos
de sosiego y silencio.