Han pasado ocho años desde el 11-S, aquel momento de angustiosa incertidumbre para todos aquellos que, delante del televisor, vimos tambalearse y finalmente caer dos de las torres más altas del mundo, ubicadas en el país más rico y poderoso de la Tierra. Muchos fueron los que perdieron sus vidas en aquellos trágicos actos de absurda crueldad. Ciertamente la crueldad sólo puede ser absurda. La violencia, la maldad, el asesinato… todo ello sólo puede ser absurdo, es decir, que no entra en los parámetros lógicos y racionales humanos. Digamos algo todavía peor: es aquello que se corresponde con lo inhumano. También hay otra palabra que define este tipo de acto del que ahora hablamos, el 11-S, y del que en España tenemos sobrada y desgraciada memoria por culpa de ETA, me refiero, claro está, al acto terrorista, al acto consistente en provocar terror, sangre, muerte, oscuridad, desasosiego, drama, lágrimas, desolación, heridas, traumas, desesperanza, miedo, pánico, incomprensión…
Sí, la última palabra es muy significativa: incomprensión. Nadie humanamente humano puede comprender el acto de infligir dolor a otro ser humano. Y si lo siente -el impulso de hacer daño- tratará, éticamente, de evitarlo por encima del odio que motive ese sentimiento violento. Como hombres, tenemos la posibilidad de experimentar por nosotros mismos sentimientos tan contradictorios como el amor o el odio. Son sentimientos que pueden despertar, aflorar, más allá de nuestra voluntad, en nosotros. Pero, y aquí entra en juego la conciencia -el entendimiento, la razón- de nosotros depende que esos sentimientos nos dominen o podamos ser capaces de dominarlos a ellos.
La historia de la humanidad ha sido sangrienta, luego algo nos lleva a deducir que las personas son violentas, al menos, que esa parte sombría de la persona, está muy presente en su ser. Ortega y Gasset, con gran elocuencia, argumentó lo siguiente: “Yo sospecho que esa historia, para la cual la realidad es lucha, y sólo lucha, es una falsa historia, que se fija sólo en el pathos y no en el ethos de la convivencia humana; es una historia de las horas dramáticas de un pueblo, no de su continuidad vital; es una historia de sus frenesíes, no de su pulso vital; en suma no es una historia, sino más bien un folletín”.
Una falsa historia, un folletín, sí, pero sumamente real. Una falsedad muy real. La etimología griega de la palabra persona tiene mucho que decirnos al respecto. Persona significa máscara. En las tragedias griegas los actores usaban máscaras para representar las obras, se les identificada por el sonido, oculto tras la máscara. Que hace mucho ruido: per (superlativo) sona (sonido), y así la persona era el individuo que hacía mucho ruido tras la máscara. Curiosas las etimologías, son capaces hasta de desenmascararnos.
Qué terrible interpretar ciertos papeles, ciertas tragedias en el escenario real de la vida. Qué terrible reconocer, por ejemplo, que Europa es lo que es, gracias a las guerras, a las muertes de miles de personas, de millones. Desde las guerras médicas contra los persas, que de haberlas perdido seríamos otra zona más de Oriente, hasta no sé sabe ya dónde. Pero, ¿no hay evolución de las especies, como propugnó Darwin? Dejaremos entonces, por razones de esta evolución, algún día de matarnos? ¿Llegará el ser humano a descubrir otras formas de crecer en sociedad, y convertir el instinto de supervivencia en un instinto de convivencia? Parece que sí, que estamos mejor que antes, pero las películas de terror no sólo se encuentran en las pantallas de los cines de los centros comerciales, sino en las libros de historia, esos libros que generación tras generación de jóvenes en edad de educarse tendrán que leer y estudiar. Letras de sangre para comprender lo que son, lo que han sido: la historia de su especie. La memoria de su identidad social.
Por suerte, hay otras historias -más bellas, más afortunadas, más humanas- que leer, o que escuchar o que imaginar en versos utópicos, como aquellos de John Lennon: “Imagine there's no countries / It isn't hard to do / Nothing to kill or die for / And no religion too / Imagine all the people / Living life in peace...” (Imagina que no hay países / no es difícil de hacer / nada por quien matar o morir / ni tampoco religión / imagina a toda la gente / viviendo la vida en paz...) Quizá estemos a tiempo de comenzar a escribir la antítesis a la tesis de la historia, esto es, de comenzar a ser humanamente humanos.
Artículo publicado en el diario La Verdad de Albacete el domingo 13 de septiembre de 2009
2 comentarios:
Bonito artículo.
Desde mi pequeña atalaya, diria uno de los secretos de la vida se basa en evolucionar con prudencia desde esferas diferentes. Es decir, partiendo desde el mito hacia la erudición podríamos aspirar al conocimiento, y luego virar hacia la comprensión global, curiosa mezcla de interacción empática, intuición personal y de la reflexión racional.
Desde mi sencilla óptica de ciudadano de a pie, comprender significa saber utilizar con sensatez (Epicuro) lo que tienes para no depender del mañana.
La génesis de la maldad es siempre de falta de comprensión, es por eso que el hombre malo aparenta ser bueno, para así seguir obrando con perversidad bajo el manto de la bondad.
Ese es el triste destino que alcanzará a los terroristas globales del siglo XXI. Como no entienden, siguen sumidos en el yerro y su propia injusticia acabará por consumirles ante tirios y troyanos.
Saludos :-)
CitizenGhola
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