¿Qué es la Navidad? Es el tiempo para reencontrarse con la familia, para comprar y recibir regalos. Es el tiempo para descansar, para dar la bienvenida a un nuevo año cargado de buenas intenciones y de bondad. La Navidad es triste para muchos y alegre para otros, pero lo que está claro es que son fechas especiales, que culturalmente se hacen presentes en la sociedad. Pero, ¿de qué forma?
En la publicidad también -y sobre todo- nos avisan de la Navidad. Nos recuerdan que es obligado gastar dinero con amor. En estos días también recordamos a los seres queridos que nos faltan. Charles Dickens escribió que «el recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad». Y también escribió que «cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender». Posiblemente muchos de nosotros nos marcamos, como propósito para un nuevo año, ser mejores personas, dejar de fumar, adelgazar, hacer ejercicio, etc. Según nuestro código ético de valores nos reconstruimos, o al menos, alcanzamos ese deseo, tratando de ejercitar nuestra voluntad, muchas veces desentrenada y dispersa.
Paul Auster, en el guión de la película Smoke, nos narra un magnífico cuento de Navidad, y de soledad. Un hombre encuentra la cartera de otra persona y decide devolvérsela yendo al domicilio que marca en su carné de identidad. Allí se encuentra con una señora mayor sola en esa noche mágica, y él decide acompañarla fingiendo que es su nieto, es decir, la persona a la que quería devolverle la cartera. Ambos fingen creer su mentira, él que es el nieto, y ella que es su abuela. Ambos están solos esa noche y deciden pasarla juntos, el nieto con la abuela en la paz del hogar. Finalmente el hombre se va cuando ella se queda durmiendo, se va feliz y tranquilo. Ella duerme feliz y tranquila.
Los cuentos de Navidad nos enseñan que las personas pueden ser mejores de lo que son en realidad, que es posible, y necesario, mostrar nuestro amor a los demás, a las personas que queremos.
Posiblemente el mensaje cristiano subyace todavía en la conciencia colectiva de la sociedad, al menos, vagamente, y de manera más intensa en estas fechas. Todos creemos en los cuentos de Navidad, desde niños, esperando el regalo de los Reyes Magos, o ya maduros y adultos, regalando a nuestros hijos la ilusión en forma de Play Station 3 o de reproductor de sonido MP4.
Al fin y al cabo a todos nos falta algo desde que nacemos, pero un abrazo es también un regalo, y, seguramente los adultos aprendemos a valorar eso mejor que una corbata Armani o un perfume Hugo Boss. Los regalos los hacen las personas que nos quieren, todos esperamos el abrazo que se ofrece tras quitar el precinto decorado de pinos y sombreros de Papá Noel o con el triángulo brillante de El Corte Inglés.
Las cosas verdaderas siempre vienen precintadas, es necesario abrirlas delicadamente, imprimiendo en ese acto la ilusión del descubrimiento. En la edad madura las personas han aprendido que en el pasado se dejan atrás muchas cosas y que quizás la Navidad sea una fecha excelente para empezar a recuperarlas. A veces hemos de quitar la razón a Sartre y afirmar que el infierno no son los otros, sino la llama que impulsa nuestra existencia hacia nosotros mismos, sacando lo mejor, mitigando el dolor con amor entregado, porque, como también escribió Dickens: «Nadie es inútil en el mundo, mientras pueda aliviar un poco el peso de sus semejantes». A veces con regalos, y otras, con la compasión desinteresada y fraternal de un dulce abrazo.
Publicado en el diario La Verdad el domingo 28 de diciembre de 2008
2 comentarios:
Sólo por la ilusión que veo en los ojos de mis nietos, la navidad ya vale la pena. Gracias por clarificar conceptos.
Cuantas cosas se oyen y se escriben alrededor de estas fechas, para mí son buenas y para el que no lo sean que no nos las amarguen por favor. Gracias.
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