Juraría que fue cuando yo tenía quince años,
las amapolas exhalaban su aroma perturbador
y nosotros, como dos gotas de deseo, nos mirábamos,
sin comprender todavía el ruido que el amor desprende
de dos cuerpos entregados a la pasión, repletos
de violento y dulce ímpetu adolescente.
Tus cálidas mejillas amparaban mis labios
en la noche sagrada y erótica del rito
y los arcos vivos de tus senos alumbraban
impuestos ante mí:
como fieles simetrías del placer
en que yo era perdido.
Y fue colmándose de cantos
la noche ancestral de nuestra unión.
Y partimos de la adolescencia
como dos héroes sin destino,
apabullados de vida,
perdidos en ella
apasionadamente.
Ahora no soy más que la sombra
de ese adolescente,
el niño se pierde
en la memoria
triste y cotidiana
de los días.
Ojalá hubiera seguido jugando
con mis alegres y veloces
coches de juguete.
Ojalá la vida hubiese sido menos seria.
Herido me amparo en la noche perpetua
a un rostro perdido, manantial de felicidad,
que solloza hoy en su eterna putrefacción.
Con qué serena impavidez te recuerdo,
con qué amarga ebriedad intento olvidarte,
con qué horrible nocturnidad te persigo.
Y ya nunca amanece.
6 comentarios:
He leído hace poco que el ser humano es sólo feliz en la adolescencia, cuando cree que cumplirá sus sueños. Algo amargo hay en este poema tuyo y creo que, conforme pasan los años, ansiamos ese espíritu adolescente, ingenuo y crédulo de una felicidad que conseguiremos si luchamos. La vida nos demuestra que no siempre llega esa felicidad por mucho que la peleemos...O acaso la encontramos donde menos la esperamos. A veces, creo, se trata de no vivir con esa ansiedad...y al relajarse las cosas llegan. Aunque a veces llegan tan tarde que ya casi no las disfrutamos...Desde luego nunca serán tan sorprendentes ni tan maravillosas como cuando las vivimos una vez, con 16 o 17 años..incluso si estos sucesos que nos llegan puedan ser, objetivamente, mucho más grandiosos y hermosos. Perder la ingenuidad nos hace perder, creo, el entusiasmo por la vida. Imagino que habrá algún método de cultivarla, de tenerla en forma, como si de una gimnasia se tratara. Me encantan tus poemas.
Creo que llevas razón en lo que dices. Después de la adolescencia empezamos a madurar y las cosas dejan ser tan trascendentes e irrepetibles. Pero la experiencia también resulta valiosa.
Muchas gracias por tu lectura y comentario.
Saludos. JM.
Como sea, no dejes ir tu espíritu de niño,el te puede salvar de las garras del hombre.
me gustó leerte
saludos
reflexivo y algo triste, el remate del poema es insuperable.
abrazos
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