Mientras que Pedro Sánchez lucha
por volver al mando del PSOE, abogando por una alianza con Podemos y por el
concepto de estado plurinacional, el expresidente Felipe González pide la
liberación de un ultraderechista como Leopoldo López, quien fue condenado por
estar implicado en la muerte de varias personas por invitar a la violencia
extrema en manifestaciones contra el gobierno bolivariano. Un expresidente,
Felipe González, que, como lo ha apodado Pablo Iglesias, es el mayordomo del
magnate capitalista Carlos Slim. También pedía Donald Trump, más bien exigía,
la liberación de López, claro está que es normal que un ultraderechista pida la
liberación de otro. Tanto la izquierda como la derecha sufren sus radicalismos
y sus incongruencias, víctimas de la soberbia o la mera avaricia. No hay duda
de que la política es cuestión de poder y servilismo, poder para dominar al
pueblo y servilismo a los poderosos, que son quienes determinan el guión de la
política. A este esquema hay contadas excepciones, afanes idealistas,
verdaderos héroes del pueblo que viven
para liberarlo. Pero, ¿realmente el pueblo quiere ser liberado? ¿O el miedo le
impide apreciar la soga que sobre su cuello se va ajustando? El Che murió en
Bolivia tratando de liberar a un pueblo que prefería seguir las órdenes de sus
patrones. No quisieron la revolución, sino seguir siendo esclavos. Ante el
miedo se aferraron a la seguridad de la miseria impuesta. Y hoy nos preguntamos
cuál es el sentido de la izquierda. Una izquierda para el pueblo pero, ¿sin el
pueblo? Es decir, ¿hay un pueblo realmente deseoso de liberarse? O no sabe de
qué. Acaso, ¿no hay necesidad para ello? ¿O sí?
La Tribuna de Albacete, 23-02-2017
La Tribuna de Albacete, 23-02-2017