Llamamos sueño al acto de dormir y al deseo de dormir. “Tener sueño” no es estar en posesión de él, sino la necesidad de que ese acto se realice, esto es, se convierta en realidad. Así, el misterio comienza al iniciarse el sueño, el cual habitamos casi con la misma frecuencia que la vigilia. Cuando la realidad desaparece llega el sueño, que es la experiencia onírica de esa otra realidad. Una de las cuestiones más difíciles de dilucidar es si el hombre, cuando vive su vida consciente, está viviendo la vida real o todo, vida y sueño, es lo mismo. En un magistral poema Borges escribió: “Sentir que la vigilia es otro sueño / que sueña no soñar y que la muerte / que teme nuestra carne es esa muerte / de cada noche, que se llama sueño”. Será entonces que todas las noches morimos, cotidianamente, será entonces que en la vigilia soñamos que no soñamos. O, como ha expresado este poeta en otras ocasiones: ¿No será que Dios nos sueña a nosotros y nosotros somos también dioses cuando soñamos como Mahâvishnú? ¿Qué ocurrirá cuando Dios despierte de su sueño? No cabe duda de que el tema del sueño es verdaderamente apasionante a la vez que esencial como realidad humana digna de ser estudiada a fondo. Freud dio los primeros pasos y, sin duda, abrió un camino amplio, que trascendió a las artes incluso (con el surrealismo, principalmente). La literatura ha hablado en incontables ocasiones del sueño, en 1635, con “La vida es sueño” Calderón –en unos versos muy conocidos- se pregunta y se responde “¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son.” Estos versos han pasado a formar parte de la cultura popular, por el problema existencial que plantea. Por esas fechas Descartes, creador del “Discurso del Método” confesará: “No encuentro ni un solo criterio para distinguir la vigilia del sueño […] ¿Cómo puedes estar seguro de que tu vida entera no es un sueño?” A esta conclusión llegó el primer filósofo-científico del pensamiento moderno, aquel que dijo “cogito ergo sum”. El pintor español Francisco de Goya era también consciente de la distinción entre sueño/razón. Para Goya la razón, cuando soñaba, producía monstruos. Es decir, que el sueño se rige por la sinrazón, lo fantasmagórico e ilógico. El hombre que sueña puede, por tanto, acabar loco. Ya que el hombre, como señaló Holderlin, es un Dios cuando sueña y un vagabundo cuando reflexiona, así que el sueño nos puede trasladar a cualquier parte, incluso a la “utopía”. En el año 1963 Marthin Luther King dará un discurso por el trabajo y la libertad que comenzará así: “Yo tengo un sueño”. En términos de utopía la imagen del sueño resulta apropiadísima. Tener un sueño es tener algo único, propio del hombre soñante en su mundo interior, que le desvela otra información del mundo. Los artistas, como Goya o Dalí, soñarán sus cuadros. El sueño será un rico caudal de creación, inspirador y buscado. Incluso el sueño puede inspirar poemas, como el “Kubla Khan” de Coleridge. El sueño se presenta de muchas maneras, una de ellas es la pesadilla. Las pesadillas pueden ser horribles, el cine ha dado buena prueba de ello, sólo hemos de recordar aquella película bastante mala llamada “Pesadilla en Elm Street” (Wes Craven,1984), donde a los personajes cuando se quedaban dormidos se les aparecía Fredy Krueger para torturarlos y matarnos de una manera horrible. Y si morían en el sueño morían también en la realidad. Hay sueños que pueden parecer más reales que la vida, hay sueños que pueden incluso interpretarse para aplicarlos a nuestra vida real y conflictos psicológicos. En otra película, interesante a este respecto, la pesadilla es, sin embargo, estar siempre despierto, esto es, padecer un insomnio continuo, me refiero a “El maquinista” (Brad Anderson, 2004). O en otra, “La mujer del cuadro” (F.Lang, 1944), su protagonista despertará al final de la película para comprobar que todo ha sido un sueño. Incluso su muerte. En definitiva, todo es sueño ergo todo es realidad. Qué difícil resulta distinguir una cosa de la otra. ¿Qué es verdad y qué es fantasía, mentira? ¿No es acaso todo verdad? ¿Soñar no es real? Por supuesto que sí. El sueño resuena como metáfora del hombre, el cual sueña su mundo para tratar de mejorarlo. La vida está compuesta de sueños. Lo cantará Machado: “Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡Las colinas / doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas!... / ¿Adónde el camino irá?”. Saber cómo soñamos nos acerca a saber quiénes somos, descubrir la materia de nuestros sueños equivaldría a desvelar de qué está hecha la materia de la vida. Pues como escribió Sor Juana Inés de la Cruz: “El sueño todo, en fin, lo poseía; / todo, en fin, el silencio lo ocupaba”. Todo le pertenece al sueño, incluso este artículo, que tú, lector inquieto, acabas de soñar.