miércoles, 29 de junio de 2016

Libertad

La libertad no deja de ser siempre un concepto necesario y polémico pues es difícil entender lo que significa desde un punto de vista general. ¿Acaso, libertad es liberalismo, o es, más bien, anarquismo? La esencia misma de la ciencia, como apuntaría Feyerabend, es genuinamente anarquista, por eso Galileo se toparía con la Iglesia, como Copérnico, Darwin y muchos otros. La ciencia descubre lo que está ahí e inventa lo que puede estar ahí, dotada de un impulso reformador a medida que nuestra capacidad de conocer se amplía. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, (Juan 8:32). El inconformismo ha generado nuestra conciencia de libertad y la conciencia de libertad ha ido regenerando el inconformismo. El ser humano se ha dado la medida de su libertad, inconsciente de ello, y la masa dominada se domina a sí misma en su organización social, libre e impuesta al mismo tiempo. Pero el deseo de adquirir libertades gana al deseo de imponerse las cadenas. Ya lo escribió Chaucer: “Prohibidnos algo, y lo desearemos”. Sin embargo, las cadenas a veces han sido auto-impuestas. “¡Vivan las caenas!”,  reclamaba una parte del pueblo español en 1814 pidiendo la vuelta del absolutista Fernando VII.  El miedo a la libertad, parafraseando a Erich Frömm, simboliza el problema radical al que el hombre moderno se enfrenta -que necesita no verse subordinado por el propio sistema- donde la democracia asegura esa utopía de la libertad individual materializada en su consecuencia más significativa: el derecho a votar, y por tanto, a elegir su destino histórico. Con cadenas o sin ellas, la vida sigue y a la libertad le acechan sus amos. Esperemos que pueda salir airosa.

La Tribuna de Albacete, 29-6-2016

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