domingo, 19 de junio de 2011

Posibilidades humanas

Un debate apropiado para nuestro tiempo es de las posibilidades de futuro que posee una sociedad agotada como la nuestra, y si tiene sentido seguir con el sistema actual en que vivimos o necesita urgente una transformación radical. Los cambios suelen ser lentos, se van digiriendo poco a poco y cuando ello no es así se habla de revolución. La historia nos ha mostrado que las revoluciones violentas –la mayoría, por no decir todas- han sido traumáticas en alto grado. Una revolución pacífica es el gran reto que una sociedad como la nuestra tiene ante sus manos, un cambio más interior que exterior, que ha de germinar por igual en la inteligencia y en el corazón de los hombres. Entender que el radicalismo no lleva a ninguna parte ha llevado siglos de dolor y masacre. Hoy día el radicalismo sigue siendo común como medio de planteamiento de las ideas. La propensión humana a la dualidad, que biológicamente viene inserta en el organismo (hemisferios cerebrales…) resulta un estigma acaso natural de ardua superación. Si estamos hechos de conceptos polares, si la razón piensa e imagina de este modo, (bien y mal, sombra y luz, blanco y negro) la oposición se presentará a cada paso que demos. Por ello, se ha de empezar por el principio, por poner en tela de juicio los viejos valores (algo que Nietzsche ya hizo en “Genealogía de la moral”) y dejar a la mente que investigue sus ilimitadas posibilidades, más que desconocidas por el momento.

El artista crea en lo ilimitado y nos muestra lo eterno. Para ello ha tenido que superar el terreno cercado que oprime su genio. Pero hemos de ser optimistas al darnos cuenta de las carencias actuales de la mente, pues como dice el filósofo francés Régis Debray, “toda delimitación exige una apertura a algo más global”. Lo limitado no es más que el punto de partida, nunca el destino. Del mismo modo el concepto de libertad (volvemos a la dualidad) no podría pensarse sin el de esclavitud u opresión. Darnos cuenta, por tanto, del sistema limitado en que vivimos es el primer paso para poder vislumbrar y conquistar territorios más amplios. Hemos de ver qué es aquello que cerca nuestras fronteras de futuro y trabajar en la posibilidad real de construir un mundo mejor. Como escribiera Baudelaire: “La Creación es un templo de pilares vivientes” y no hemos de aceptar en ningún modo la muerte de lo vivo, suprema paradoja del conformismo.

¿Cuál será el legado de nuestra civilización? Vivimos ordenados bajo el sistema de otra, la griega, que -en su esplendor- pensó la democracia. Bajo este sistema, llamado el menos malo entre los conocidos, se constituye una sociedad que en realidad vive bajo etiquetas y conceptos, figuras jurídicas y tratados, que poco tienen que ver con lo que en verdad se materializa y experimenta. El estado de derecho solamente garantiza la momificación de las libertades, pero los derechos se conquistan cada día y se ponen a prueba más allá de una constitución modélica con décadas de existencia y que sólo es un escaparate de buenas intenciones. Aquel que aún vive explotado, extorsionado por su banco, estrangulado por los créditos o por un trabajo que apenas le deja tiempo para vivir, leerá la constitución de su país como el mayor desprecio y broma de mal gusto que un Estado, su Estado, le puede hacer. Mientras tanto los políticos se reparten sus feudos, olfatean el poder -que los ciudadanos resignados le otorgan- como un león olfatea a su presa rendida ante el temor que produce el complejo de inferioridad.

Las posibilidades de futuro han de revertir a quienes son realmente el futuro –la sociedad- y no a quienes gestionan su miseria y congelación, el poder financiero y político. Puede que desde abajo, sin necesidad de quemar templos o palacios, la voz de los indignados sea como esa voz de la conciencia, a veces persistente e incómoda, pero necesaria, para hacer despertar de su sueño de vanidades a aquellos que han de descubrir verdaderamente que todos somos iguales. El valor del dinero es irrisorio frente a los verdaderos valores humanos, enterrados hoy día, pero vivos en la simiente auténtica de los hombres. Sólo hace falta creer de verdad en nuestra posibilidades y ver, retirando máscaras y espejos deformes, que todos viajamos en el mismo barco. El cambio es inevitable, llega sin demora cuando se le necesita, renovando el color del paisaje de nuestros sueños. El futuro nos habla en primera persona y nos anuncia algo que hemos de tener presente al embarcar nuevamente. El futuro no se ve nunca pero su venida anunciada nos mueve siempre, impulsando lo que somos y conteniendo lo nuevo que seremos. El futuro, sutil espíritu como el silfo, que sin llegar está siempre aquí cantando, nos dice, en palabras de Paul Valéry: “Ni visto ni oído. / Yo soy el aroma / vivo y fallecido / que en el viento asoma.”

Diario La Verdad, 19/06/2011

sábado, 11 de junio de 2011

Horizonte

Que mi noche sea la noche de tus días,
el clamor despierto de la mañana,
la fuente que mana bajo la espuma.
Como la marea que susurra
y en el cenit de cada instante
se espera y vuelve a partir silenciosa,
mi noche ha sido sosiego e impulso,
clima y vacío al tocar tus días
de sol y futuro, de partidas sin rumbo.
Ya es hora de dormir lentamente,
de escuchar lo que yace en lo más hondo:
fuego, aire, voz de pálpito y océano
nombrando la noche sin nombre.
Nada tiene infinito, salvo tus ojos
cuando miran un horizonte a lo lejos,
buscando conquistar la distancia
con un abrazo de lágrimas y esperanzas.

Ya me voy, ya me fui. Acaso esperando llevarte.

lunes, 6 de junio de 2011

Ser despierto

Silencio de espejos,
reflejos que pasan como sueños
de lo que creímos ser.

Y yo aquí. Sin saber nada. Pero aquí.
En medio de estos reflejos que se pierden.
No sabiendo. No esperando un regreso.

Te levantas y partes en tu viaje último
hacia un lugar que no existe. Solo tú existes.

Existes y eres la sombra que se esconde,
la sombra que aparece sin dueño,
la sombra que se mece en el sueño
de los que nunca durmieron
y siempre fueron
algo más que un sueño.

domingo, 5 de junio de 2011

Sociedad e indignación

Había motivos, sólo era cuestión de que llegase el momento, de que saltase la chispa que encendiera la llama, la llama de indignación que venía abrasando la paciencia de todos aquellos que viven esperando mucho más que continuadas vanidades, descuido y egoísmo a raudales por parte de esos que ostentan el poder, esa minoría de la sociedad –políticos, banqueros, empresarios- que controla el mundo casi de forma virtual, pero rabiosamente real. El movimiento ciudadano del 15-M ha supuesto un impulso para el despertar de la conciencia y –sobre todo- ha significado el paso necesario a la acción, la certeza de que la voz de un pueblo no se puede amordazar indefiniblemente cuando pervive en él la unión y fuerza capaz de llevarlo a reivindicar la libertad e igualdad que en todos los planos nos constituye y merecemos como sociedad. El escritor José Luis Sampredro, pieza ideológica clave en este movimiento, señaló en una entrevista que “lo que es seguro es el cambio” y que la cuestión es a dónde nos lleve ese cambio, algo que depende exclusivamente de lo que hagamos.

Uno de los elementos dignos de encomio de este movimiento de protesta social ha sido, sin duda lo más importante, su carácter no violento, su actitud pacífica y responsable, algo que ha supuesto que creciera más y más durante esas semanas de mayo tan cruciales en nuestro panorama político. Quizá no han ocurrido grandes cambios y haga falta tiempo para que empiece a materializarse este espíritu de resistencia a un ‘antiguo régimen’ viciado y todavía presente, pero la alarma ya ha sonado, los gigantes del sistema se han preocupado bastante y es posible que sea la primera piedra de otras muchas capaces de levantar una conciencia social responsable, participativa y atenta a los desmanes de los señores del dinero y de las urnas, dispuesta a denunciar y resistir a la injusticia sin descanso, ayudando a orientar correctamente ese cambio inevitable, que a un sistema caduco, inmoral y despótico con la tierra y con los hombres, le está llegando. Si bien es cierto que se ha dicho y afirmamos que la democracia es el mejor sistema de los sistemas posibles; es hora, sin embargo, de exigir de una vez por todas una “democracia real, ya”. Y para ello el individuo debe hacerse cargo de su destino como miembro de la sociedad en que vive y participar en todos sus niveles, no sólo como simple productor y consumidor de un sistema en que sólo impera eso: producir para consumir y consumir para producir más, yendo por una espiral destructiva y lejos de las buenas intenciones con que se tomó por parte de las grandes potencias aquello que el Informe Brundtland elaborado para la ONU definió como “desarrollo sostenible”.

Se llamaron ‘indignados’ porque les habían querido desposeer de la dignidad, aunque no lo consiguieron, y esa salida a la calle, esa resistencia, fue la prueba irrefutable de ello. Sólo cabe esperar que este grito no enmudezca del todo y vuelva a oírse más pronto que tarde con igual o más fuerza, pues, tal como rezaba una pancarta en la Puerta del Sol de Madrid: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, o aquella otra llena de lirismo que decía: “Nuestros sueños no caben en vuestras urnas”. Sueños de una juventud que se ve sin trabajo, desengañada, con los bolsillos vacíos y la cabeza llena de sueños, de posibilidades y capacidades, sueños de una ciudadanía en su mayoría que ha tenido que aprender a vivir la vida de la decepción y el conformismo, pero sabiendo siempre que ellos no eran en aquello en que los querían transformar: mera masa consumista y producto de consumo para ellos, los poderosos devoradores de masas.

El peor mal es la indiferencia, el dejar hacer por nosotros lo que sólo nosotros podemos hacer: construir el mundo en que vivimos de forma justa y equilibrada, sin dejar al margen a nadie, pues nadie es mano de obra ni mero instrumento de un proyecto del capital gestionado en las grandes esferas. Aquí se ha demostrado que las grandes esferas pueden moverse y crecer juntas en las plazas públicas, por lo menos hasta que las asambleas y parlamentos ‘oficiales’ dejen de ser una pantomima de intereses y favores privados. Un pequeño libro, “¡Indignaos!”, de un veterano de La Resistencia francesa, ha conectado de nuevo con una juventud que sigue posicionándose contra el poder y a favor de los dominados. Stéphane Hessel escribió este alegato testamentario como quien deja una herencia a sus hijos y nietos, con la esperanza de que recojan lo que él trató de sembrar durante toda su vida. Ahora nos pasa el testigo y nos dice familiarmente: “Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten”. Como dice Hessel, “resistir es crear”, sobre todo en estos tiempos en que nos quieren pasar una apisonadora por el intelecto y el cuerpo entero. Nuestro es el reto de ir hacia delante lo mejor que sepamos, haciendo del pensamiento creativo, de la idea constructiva, un arma cargada de futuro, como lo fuera en otros tiempos, como ha de serlo siempre.

Diario La Verdad, 5/6/2011

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